Page 81 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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VI


               Tuvieron que buscar otro sitio para reanudar el partido. A Julio se le ocurrió que
               podían jugar en la fábrica de ladrillos abandonada. Como no había más opciones,
               se dirigieron allá. Quitaron las piedras grandes y algunos arbustos que
               estorbaban. El equipo de Bruno y Sergio ganaba por dos goles cuando un potente
               disparo con el balón salió lejos de la portería y se perdió entre la maleza. Bruno
               corrió a buscarlo. Lo encontró a punto de caer al canal de agua sucia. Ya iba de
               regreso cuando hizo el hallazgo. Casi se desmaya de la impresión.






                                                            VII



               Bruno puso el balón en el suelo, pero ya no quiso jugar. Se fue corriendo a casa.
               Los demás niños se molestaron con él. Sergio solo levantó los hombros. Trató de
               alcanzarlo pero fue en vano. Tal vez hubiera recordado alguna tarea pendiente.
               Sergio se pasó el resto de la tarde viendo caricaturas mientras se preguntaba qué
               le habría pasado a su amigo. Su mamá le pidió que no viera tanta tele y se
               pusiera a hacer la tarea. Bruno, por su parte, no tuvo apetito. Con el tenedor
               paseaba un trozo de pollo de un extremo a otro del plato.






                                                           VIII



               Esa noche Bruno caminaba por una calle sola cuando oyó pasos detrás de él. Lo
               estaban siguiendo, pero no alcanzaba a distinguir quién. Se puso nervioso.
               Empezó a correr, y su perseguidor corrió también. Por el miedo, imprimió mayor
               velocidad en su carrera. Los pulmones estaban a punto de explotar por el
               esfuerzo, así que se detuvo. No le quedó más remedio que voltear para conocer
               la identidad del que lo perseguía. Lo hizo. Se aterró al advertir que era solamente
               un pie cercenado diez centímetros arriba del tobillo. Gritó.
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