Page 143 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CONQUISTA  DE  HALICARNASO                  137

      atacantes,  el  arsenal  y  los  barrios  adosados  a  las  murallas;  se  vió  cómo  un  fuer­
      te  viento  iba  barriendo  el  fuego  hacia  la  ciudad;  se  supo  que  los  habitantes  fa­
      vorecían  por  todos  los  medios  la  extensión  del  incendio.  A  pesar  de  que  era  de
       noche,  Alejandro  ordenó  que  todo  el  mundo  se  pusiera  en  pie  y  en  marcha  para
      ocupar la  ciudad  en  llamas.  Todo  el  que  fué  encontrado  ayudando  a  la  obra  del
       fuego,  pagó con la vida. No  se encontró resistencia  en parte  alguna;  a  los  vecinos
      a  quienes  se  encontró  en  sus  casas  se  les  respetó.  Por  fin,  despuntó  el  nuevo
       día:  se  vió  que  la  ciudad  había  sido  evacuada  por  las  tropas  enemigas  y  que
       éstas se habían retirado a la  Salmácida y a la isla del  rey,  desde  donde  dominaban
       el  puerto  y  podían  hostilizar,  casi  sin  el  menor  peligro,  el  montón  de  escombros
       que  habían  dejado  en  manos  de  los  macedonios.
          El  rey  se  dió  perfecta  cuenta  de  la  situación.  Para  no  entretenerse  con  un
       asedio a la ciudadela,  que en aquellas  circunstancias  no  podría  reportarle  ya  resul­
       tados  decisivos,  y  después  de  enterrar  a  los  caídos  durante  la  noche,  hizo  que  el
       tren  de  sus máquinas  de  sitio  fuese  trasladado  a  Trales  para  destruir  de  raíz  todo
       lo  que  quedaba  de  la  ciudad  que  tan  obstinadamente  había  resistido  a  la  causa
       común  de  los  helenos,  pues  la  proximidad  de  los  persas,  apostados  en  la  Salmá­
       cida y en Arconesos,  hacía  que  aquellos  restos  de  Halicarnaso  fuesen  todavía  más
       peligrosos;  los  vecinos  fueron  divididos  entre  las  seis  zonas  que,  cuarenta  años
       antes,  refundiera el  dinasta  Mausolo  para  formar su  residencia.  A la  princesa Ada
       le  fué  restituida  la  satrapía  de  la  Caria,  concediéndose  a  las  ciudades  griegas
       enclavadas  en  ella  autonomía  y  exención  de  tributos.  Las  rentas  del  país  fueron
       concedidas  a la  princesa;  Alejandro  dejó en  la  Caria,  para  protegerla  a  ella y  a  su
       territorio,  3,000  mercenarios  y  unos  doscientos  hombres  de  caballería  al  mando
       de Tolomeo,  con órdenes  de  que  éste,  para  acabar  de  desalojar al  enemigo  de los
       lugares  de  la  costa  que  aún  tenía  en  su  poder,  se  entendiese  con  el  comandante
       de la Lidia y emprendiese cuanto antes  el asedio  de la  Salmácida.
           La estación del invierno se echaba encima.  Con la  caída  de Halicarnaso, Ale­
       jandro  podía  dar  por  terminada  la  conquista  de  las  costas  occidentales  del  Asia
       Menor;  la  libertad  restaurada  en  las  ciudades  griegas  del  litoral  y  las  guarni­
       ciones  macedonias  dejadas  en la  Frigia  helespóntica,  en  Lidia  y  en  Caria  asegura­
       ban a estas  comarcas  contra nuevos  ataques  de la  flota  persa.  La  finalidad  de las
       siguientes  operaciones  debía  ser  bloquear  también  a  esta  flota  las  costas  del  sur
       del  Asia  Menor  y  someter  los  territorios  del  interior  de  esta  península.  Y  como
       era  de  prever  que  no  se  encontraría  gran  resistencia,  ni  en  las  ciudades  de  la
       costa,  que,  dada  la  estación  del año,  no  podrían  recibir gran ayuda  desde  el  mar,
       ni  en  el  interior  del  país,  evacuado  ya,  prácticamente,  por  los  persas  desde  hacía
       mucho  tiempo,  era  inútil  que  todo  el  ejército  tomase  parte  en  una  expedición
       tan  fatigosa  como  aquélla;  además,  para  las  grandes  operaciones  que  habrían  de
       iniciar la  campaña  del año  siguiente,  sería  necesario  reforzar el  ejército con  tropas
       de  refresco  traídas  de  la  patria.  Había  en  él  muchos  guerreros  que  se  habían
       casado  recientemente;  se  les  dió  licencia  para  que  fuesen  a  sus  países  a  pasar  el
       invierno  junto  a  su  familia.  Marcharon  al  frente  de  ellos  tres  jefes  recién  casa­
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