Page 148 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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142                MARCHA  A  TRAVES  DE  PANFILIA

      nia,  súplica  a  que  el  rey  accedió  bajo  la  condición  de  que  la  ciudad,  además  de
      entregar  determinado  número  de  caballos,  los  que  sostenía  para  el  rey  de  Persia
      en  vez de pagarle  un  tributo,  contribuyera  con  cincuenta  talentos  para  la  soldada
      de  sus  tropas.  Alejandro  se  dirigió  a  Side,  ciudad  fronteriza  de  Panfilia,  de  la
       que  se  decía  que  había  sido  fundada  por  emigrantes  de  Gime,  en  la  Eólida;
      la lengua  de  estos  helenos —que  habían  olvidado  la  de  su  patria  sin  aprender  la
      del país— era' muy  singular.  Alejandro  dejo  en  esta  ciudad  una  guarnición,  que
      quedó,  al  igual  que  toda  la  costa  de  la  bahía  de  Panfilia,  al  mando  de  Nearco.
          Después  de  esto,  retrocedió  hacia  Perge;  no  logró  arrollar  por  sorpresa  la
      fortaleza  roquera  de  Silión,  defendida  por  una  guarnición  de  tropas  indígenas  y
      de  mercenarios  extranjeros;  dió  a  su  gobernador  el  encargo  de  que  la  tomara,
      pues había  recibido  ya  noticias  de  que  los  aspendenses  se  negaban  a  entregar los
      caballos  que  habían  prometido  y  los  cincuenta  talentos  que  se  habían  obligado
      a  pagar y  se  preparaban  para  ofrecer  una  seria  resistencia.  Avanzó  sobre  Aspen-
      dos,  ocupó  la  ciudad  baja,  abandonada  por  sus  vecinos  y,  sin  dejarse  intimidar
      por  la  fortaleza  de  la  ciudadela  en  que  se  habían  refugiado  los  aspendenses
      ni  por  la  carencia  de  máquinas  para  atacarla,  mandó  a  los  embajadores,  que  los
      vecinos,  aterrados  por  la  proximidad  del  ejército  macedonio,  le  enviaron  para
      ofrecer la  rendición  a  base  del  pacto  anterior,  que  volviesen  a  la  ciudad  con  sus
      condiciones,  las  cuales  eran  que  la  ciudad  habría  de  pagar,  además  de  los  caba­
      llos prometidos y los  cincuenta  talentos,  otros cincuenta  talentos y  entregar  como
      rehenes  a  los  vecinos  más prestigiosos,  someterse a  un  fallo  judicial  en  lo  tocante
      al  territorio  que  se  les  acusaba  de  haber  arrebatado  a  sus  vecinos,  obedecer  al
      gobernador  del  rey  en  esta  comarca  y  rendir  un  tributo  anual.  La  gallardía  de
      los  aspendienses  no  duró  mucho;  todas  las  condiciones  del  rey  fueron  aceptadas.
          Alejandro  se  dirigió  de  nuevo  hacia  Perge,  para  marchar  desde  allí  hacia  la
      Frigia  a  través  de  las  ásperas  montañas  de  los  pisidios.  No  podía  entrar  en  sus
      designios  detenerse  ahora  a  someter  valle  por  valle  a  aquel  pueblo  montañés,
      dividido  en  numerosas  tribus,  no  pocas  de  las  cuales  se  hallaban  en  guerra  las
      unas  con  las  otras.  El  camino  serpentea  por  una  escarpada  montaña,  sobre  la
      que al otro lado descuella otra no menos escarpada; abajo,  en  una  silla que forman
      las  dos,  aparece  la  ciudad.  El  rey  encontró  las  dos  montañas  ocupadas  por  tal
      número  de  bárbaros  —pues  todos  los  habitantes  de  Termesos  se  habían  puesto
      en  pie—,  que  prefirió  acampar  delante  de  los  desfiladeros,  convencido  de  que
      los enemigos,  cuando  viesen a  los  macedonios  descansar,  no  considerarían  el  peli­
      gro  tan  apremiante,  se  limitarían  a  guardar  los. pasos  con  unas  cuantas  guardias
      y regresarían  a la  ciudad.  Y así  ocurrió,  en  efecto;  la  multitud  se  retiró,  dejando
      en  las  alturas  solamente  unos  cuantos  puestos  de  vigilancia;  el  rey  reanudó  in­
      mediatamente la  marcha  con  tropas  de  infantería  ligera,  los  puestos  fueron  obli­
      gados  a retirarse, los  macedonios  ocuparon  las  alturas y  el  ejército  expedicionario
      pudo  cruzar  sin  ningún  contratiempo  por  los  desfiladeros  y  acampar  delante  de
      la  ciudad.  Se  presentaron  en  el  campamento  varios  embajadores  de  los  selgios,
      tribu  pisidia  como  los  termesios,  pero  en  guerra  constante  con  éstos,  a  ofrecer
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