Page 149 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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MARCHA  A  TRAVES  DE  PISIDIA               143

      un pacto  de alianza y  amistad  a los  enemigos  de  sus  enemigos,  al  cual  se  mantu­
      vieron  fieles  en  lo  sucesivo.  La  toma  de  Termesos  habría  requerido  bastante
      tiempo;  Alejandro  reanudó  su  marcha  sin  demorarse  más.
          Marchó  contra  la  ciudad  de  Sagalasos,  poblada  por  la  tribu  más  aguerrida
      de  todos  los  pisidios,  situada  al  pie  de  la  más  alta  montaña  de  los  Alpes  de
      Pisidia  y  que  defiende  la  entrada  a  la  altiplanicie  frigia.  La  altura  que  domina
      el  lado  sur de la  ciudad  aparecía  ocupada  por los  sagaleses  que,  unidos  a  los  ter-
      mesios,  bloqueaban  el  camino  por  el  que  tenían  que  pasar  los  macedonios.
      Alejandro  hizo  formar inmediatamente  su línea  de  ataque;  en  el  ala  derecha  iban
      los  arqueros  y  los  agríanos,  seguidos  por  los  hipaspistas  y  los  regimientos  de  la
      falange;  los  tracios  de  Sitalces  formaban  la  punta  del  ala  izquierda.  El  mando
      de  este  ala  izquierda  fué  entregado,  cosa  harto  significativa,  al  lincestio  Amintas,
      mientras  el  propio  Alejandro  tomaba  bajo  su  mando  el  ala  derecha.  Ya  habían
      avanzado los  macedonios hasta la  parte  más  escarpada  de  la  montaña,  cuando  de
      pronto  los  bárbaros  se  abalanzaron  en  tropel  sobre  las  dos  alas  del  ejército
      enemigo,  con doble  éxito,  pues  que  corrían,  pendiente  abajo,  contra los  que  iban
      escalando  la  montaña.  Los  arqueros  del  ala  derecha  hubieron  de  sufrir  la  aco­
      metida  más  violenta,  su  comandante  cayó  y  las  tropas  a  su  mando  no  tuvieron
      más  remedio  que  retroceder;  los  agríanos  aguantaron  el  embate;  detrás  venía
      la  infantería  pesada,  con  Alejandro  a  la  cabeza;  las  violentísimas  arremetidas  de
      los bárbaros  estrelláronse  contra la  masa  compacta  de las  tropas  acorazadas  y,  en
      la  refriega,  los  pisidios,  con  sus  armas  ligeras,  sucumbieron  ante  las  armas  más
      pesadas  de  los  macedonios;  quedaron  tendidos  en  tierra  como  unos  quinientos;
      los  demás  huyeron  y  lograron  ponerse  a  salvo,  gracias  a  su  conocimiento  del
      terreno.  Alejandro  avanzó  con  su  ejército  por  el  camino  principal  y  tomó  la
      ciudad.
          Después  de  la  caída  de  Sagalasos,  las  demás  plazas  de  la  Pisidia  que  no
      capitularon fueron reducidas  por la  fuerza.  Con  ello,  quedaba  abierto  el  camino
       hacia la  meseta  en que comienza el  territorio  de  Frigia  más  allá  de  las  montañas
       de  Sagalasos.  En  una  depresión,  al  este  de  esta  meseta,  se  halla  el  lago  de  Eger-
      dir,  que  tiene,  aproximadamente-,  el  tamaño  del  lago  de  Constanza,  circundado
       de  potentes  montañas  por  el  sur  y  por  el  este;  como  a  ocho  millas  al  oeste  de
       este  lago  se  encuentra  otro  más  pequeño,  el  de  Ascania,  y  a  unas  tres  millas
       de  su  punta  septentrional  corre  la  cadena  de  montañas  en  cuyas  estribaciones,
       por  la  parte  del  norte,  nace  el  río  Meandro.  En  los  desfiladeros  que  conducen
       al  valle  del  Meandro  se  halla  enclavada  la  antigua  ciudad  de  Celene,  donde  en
       otro  tiempo construyera Jerjes,  después de  sus  derrotas  en  la  Hélade y en  el  mar,
       una  potente  ciudadela  para  contener los  avances  de  los  helenos  desde  las  costas
       libertadas.  Desde  entonces,  Celene  era  el  centro  de  la  satrapía  frigia  y  la  resi­
       dencia  del sátrapa.
           Hacia  allí  se  dirigió  Alejandro  desde  Sagalasos;  pasando  por  delante  del
       lago  de  Ascania,  llegó  a  la  ciudad  en  cinco  días  de  marcha.  Encontró  la  ciuda­
       dela —el sátrapa Aticíes había huido—  en  manos  de  1,000  soldados  carios  y  100
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