Page 152 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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146           ORGANIZACION  DE  LOS  NUEVOS  TERRITORIOS

      acerca  de  este  punto—,  su  restablecimiento  demuestra,  desde  luego,  que  se
      quería  que  en  estos  territorios  volviesen  a  regir  las  leyes  y  no  la  arbitrariedad  y
      el  derecho  de  la  fuerza  de  los  conquistadores,  como  hasta  entonces  había  suce­
      dido;  demuestra que este pueblo  de  Creso,  antes  tan  valiente,  tan  laborioso  y  tan
      culto,  quedaba  libre  del  yugo  de  la  dominación  extranjera,  bajo  el  que  tanto
      Jiabía  degenerado,  para  volver  a  desarrollarse  y  a  progresar  con  arreglo  a  sus  ca­
      racterísticas  nacionales propias  y por  un  camino  de  unidad.
          En  cuanto  a  las  poblaciones  que  —como  ocurría  con  los  “bárbaros”  de  las
      montañas  de  la  Pequeña  Frigia—·  carecían  de  comunidades  organizadas,  sólo  se
      les  impuso,  siempre  y  cuando  que  se  rindieran  voluntariamente  al  nuevo  poder,
      el  pago  “del  tributo  que  venían  entregando  hasta  entonces” .  Y  no  es  menos  sig­
      nificativo  el  hecho  de  que  a  los  de  Efeso  se  les  ordenase  pagar  en  lo  sucesivo  ál
      templo  de  Artemisa  el  tributo  que  anteriormente  pagaban  al  gran  rey,  mientras
      que  a  Eritrea,  según  atestigua  una  inscripción,  a  Ilion,  que  Alejandro  restauró
      en  sus  derechos  de  ciudad,  y  del  mismo  modo,  indudablemente,  a  las  demás
      ciudades griegas de la costa, se les concedió, a la par que la autonomía, la exención
      de-impuestos.  En  cambio,  las  ciudades  de  Panfilia,  que  no  tenían  de  griego  más
      que  el  nombre,  sobre  todo  Aspendos  —después  de  su  intento  de  engañar  al  rey,
      faltando  al  trato  establecido—,  fueron  obligadas  al  pago  de  tributos  y  colocadas
      bajo  el  gobierno  de  un  sátrapa.  La  ciudadela  de  Halicarnaso  y  varias  islas  del
      litoral  siguieron  todavía  por  algún  tiempo  en  poder  de  los  persas;  la  comunidad
      de  Halicarnaso,  después  del  incendio  de la  ciudad  por  sus  defensores,  fué  disgre­
      gada  de  nuevo  en  las  varias  localidades  aglutinadas  por  el  dinasta  cario  para
      formar  su  residencia;  a  las  islas  —más  adelante  veremos  que  en  algunas  de  ellas
      el  demos  se  levantó  a  favor  de  Alejandro— se  Ies  aplicó,  probablemente,  el  mis­
      mo  régimen  que  a  las  ciudades  griegas  de  tierra  firme.
          Que  estas  ciudades  no  sólo  recobraron  sus  libertades  municipales,  sino  que
      volvieron  a  convertirse  en  verdaderos  estados  libres  como  lo  habían  sido  antes
      de la  paz  de  Antálcidas,  lo  demuestran  sus  monedas  procedentes  de  esta  época;
       en ellas  no aparece  el  cuño  del  rey,  sino  el  cuño  autónomo  de  la  ciudad  que  las
      emite;  y  no  se  ajustan  siquiera  al  régimen  monetario  introducido  por  Alejandro,
      sino  que  muchas  de  ellas  se  atienen  a  sus  propias  normas  tradicionales.  Todavía
      al  cabo  de  un  siglo  los  seléucidas  hablan  de  las  ciudades  de  la  Eólida  como  de
       ciudades  que  pertenecen  “a  nuestra  confederación”,  con  lo  cual  no  hacen  más
       que  repetir,  evidentemente,  una  fórmula  procedente  de  Alejandro.
           Cabría  preguntarse  si  éstas  policías  liberadas  y  restauradas  de  las  islas  y  de
      las costas  asiáticas  se  incorporaron a  la  federación  de  los  estados  helénicos,  repre­
       sentada por el sinedrio  de  Corinto.  De  la  isla  de  Tenedos  sabemos  positivamente
       que  sí,  por  un  testimonio  muy  concreto;  el  hecho  de  que  la  expresión  empleada
       en este caso no  se repita  con respecto  a  otras  ciudades,  como  Mitilene  de  Lesbos
       y tantas más, permite llegar, sin duda, a la conclusión de que no ocurría lo mismo
       con  ellas.  No  teidría  nada  de  particular  que  el  propio  Alejandro  estuviese  inte­
       resado  en  que  estis  ciudades  helénicas  liberadas  se  mantuviesen  al  margen  de  la
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