Page 157 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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ALEJANDRO  CRUZA  EL  TAURO                 151

      reuniese,  con  órdenes  para  detener  y  poner  en  condiciones  de  prestar  servicio
       como barcos de guerra a  todas las  naves que  saliesen del  Ponto.  Antímaco,  por  su
       parte,  fué  enviado  a  Atenas  para  pedir  a  los  atenienses  que  suministrasen
       su  contingente  federal  de  barcos  y  pusieran  sus  puertos  a  disposición  de  la  flota
       macedonia  para  armar y  preparar  sus  naves;  la  petición  fué  denegada.  Antipatro,
       por  medio  de  Proteas,  hizo  que  se  reuniese  la  mayor  cantidad  posible  de  barcos
       en Eubea y el  Peloponeso  para  observar los  movimientos  de la  escuadra  de  Data-
       mes,  anclada  ya  en  la  isla  de  Sifnos,  precaución  ésta  extraordinariamente  necesa­
       ria,  pues  los  atenienses  habían  vuelto  a  enviar  embajadores  al  rey  de  Persia  y  no
       sólo  esto,  sino  que  al  saber  que  sus  barcos  trigueros  eran  detenidos  en  la  boca
       del  Ponto  y  se  trataba  de  emplearlos  para  luchar  contra  la  escuadra  persa,  acor­
       daron  que  se  hiciese  a  la  mar  una  flota  de  cien  velas  al  mando  de  Menesteo,
       hijo  de  Ifícrates;  en estas  condiciones,  Egelojo  creyó  conveniente  soltar los  barcos
       atenienses  retenidos  por  él,  con  objeto  de  no  dar  a  los  de  Atenas  pretexto  para
       incorporar  sus  cien  trieras  a  la  flota  de  los  persas.  Razón  de  más  para  alegrarse
       de  que  Proteas,  con  su  flotilla  de  quince  naves,  no  sólo  mantuviera  inmovilizada
       a  la  escuadra  persa  anclada  delante  de  Sifnos,  sino  que,  además,  por  medio  de
       una  hábil  maniobra,  lograra  sorprenderla,  apoderándose  de  ocho  barcos  con  toda
       su  dotación,  mientras  los  demás  se  daban  a  la  fuga  y,  conducidos  por  Datames,
       iban  a  unirse  al  resto  de  su  flota,  ocupada  en  patrullar  las  aguas  entre  Quíos  y
       Mileto  y  en  saquear  esta  parte  de  la  costa.
           Con  esto  quedaba  eliminado  el  primer  peligro,  seguramente  el  mayor  de
       los que envolvían los planes de Memnón;  el  rápido  y audaz ataque  de  Proteas  ha­
       bía evitado,  seguramente,  una  deserción  de  los  griegos.  ¿Pero,  acaso  estos  mismos
       éxitos  no  venían  a  demostrar  que  Alejandro  había  obrado  precipitadamente  al
       disolver  una  flota  que,  seis  meses  después,  se  vería  obligado  a  reconstruir?  Ale­
       jandro  tenía  una idea  muy  clara  del  volumen  de  energía  e  inteligencia  que  podía
       esperarse de los dirigentes persas y el juicio que  se  formaba  de sus aliados  helenos
       fué confirmado más tarde por la realidad; aunque se sintiesen inclinados a desertar
       de  su  causa y a  unir sus  barcos  a  la  flota  de los  persas,  Antipatros  sería  capaz  de
       tenerlos  a  raya  en  tierra  firme;  finalmente,  no  era  tan  difícil,  ni  mucho  menos,
       reunir a toda prisa una  nueva  flota para salvaguardar las costas  contra un enemigo
       incapaz  de  asestar  el  golpe  en  el  punto  decisivo.  Alejandro  podía  proseguir  sus
       planes bélicos  sin  preocuparse  gran  cosa  de  la  guerra  por  mar,  tanto  más  cuanto
       que cada  uno de sus avances ponía en peligro la  misma  existencia  de la  flota  ene­
       miga,  al  privarla  de las  costas  de su  propia  patria.  El  lograr esto  fué precisamente
       el objetivo  que Alejandro  asignó  a  la  siguiente  campaña.

                            ALEJA N D RO   CRUZA  E L   TAURO
           En  la  primavera  del  año  333  uniéronse  en  Gordión  los  distintos  contingen­
       tes  del  ejército  macedonio;  las  tropas  que  habían  hecho  la  campaña  de  invierno
       con Alejandro  avanzaron  desde  el  sur,  desde  Celene;  Parmenión  había  conducido
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