Page 160 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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154                    OCUPACION  DE  CILICIA

       que pronto volvería a sentirse sano y fuerte; habló con él de la patria,  de su madre
       y de sus hermanas,  de las  próximas victorias y de los  maravillosos  países  del  orien­
       te;  sus  cuidados  y  su  lealtad  viéronse  recompensados  por  la  pronta  curación  del
       fey;  Alejandro  volvió  a  ponerse al  frente  de  sus  macedonios.

                               OCUPACIÓN  DE  CILICIA
           Las  operaciones  bélicas  reanudáronse  con  redoblado  entusiasmo.  Cilicía  era,
       en  la  cadena  de  las  satrapías  persas,  el  eslabón  que  unía  al  Asia  Menor  con  la
      meseta  asiática.  Al  apoderarse  de  los  desfiladeros  del  Tauro,  Alejandro  había
       dominado  en  un  momento  la  más  fuerte  posición  defensiva  del  imperio  persa
       contra  el  occidente;  ahora  necesitaba  asegurarse  toda  la  región  que  se  extendía
       al  sur de  aquella  cordillera,  para  poder  conquistar y  mantener  la  segunda  puerta,
       la  de  los  montes  Amanos,  que  abrían  el  camino  a  la  Siria.  Mientras  Parmenión,
       con  los  mercenarios  y  las  tropas  federales,  con  los  escuadrones  tesalienses  y  los
       tracios  de  Sitalces,  avanzaba  en  dirección  este  para  ocupar  los  pasos  hacia  la  alta
       Asia, Alejandro marchó  rumbo  al  oeste,  para apoderarse  del  camino  que  conducía
       a  Laranda  e  Iconión,  de  las  tierras  de  la  llamada  Cilicia  agreste,  cuyos  habitan­
       tes,  pueblos  montañeses  de  bandoleros  libres  como  sus  vecinos  de  la  Pisidia,
       podían  estorbar  fácilmente  las  comunicaciones  con  el  Asia  Menor.
           Se  dirigió  desde  Tarso  a  la  ciudad  de  Anquiale,  fundada  por  Sardanápalo  y
       en  que  se  levantaba  una  estatua  de  este  rey  asirio,  con  la  siguiente  curiosa  ins­
       cripción  :“Anquiale  y  Tarso  fueron  fundadas  por  Sardanápalo  en  un  día;  pero
       tú,  ¡oh  extranjero!,  come, bebe y ama,  pues  todo lo demás  que le ha  sido  dado  al
       hombre  no  vale  siquiera  la  pena  de  mentarlo”.  Desde  allí  se  trasladó  a  Soloi,
       la  tierra  de  los  “solecismos”,  que,  aunque  era  ciudad  de  origen  griego,  sentía  tal
       devoción  por  los  persas,  que  Alejandro  no  sólo  dejó  en  ella  una  guarnición,  sino
       que  le  impuso,  además,  una  multa  de  200  talentos  de  plata.  Al  frente  de  tres
       falanges, hizo una correría por las tierras  de la  Cilicia agreste;  en  siete días llevó  a
       cabo la sumisión, en parte  de grado y en parte por fuerza,  de aquellas  tribus mon­
       tañesas,  asegurando  así  sus  comunicaciones  con  las  provincias  occidentales.  Re­
       gresó  a  Soloi,  donde  recibió  la  noticia,  enviada  por  sus  jefes  militares  de  la
       Caria,  de  que  Otontopates,  que  aún  tenía  en  sus  manos  la  ciudadela  marítima
       de  Halicarnaso,  había  sido  derrotado  en  un  reñido  combate  y  se  le  habían  hecho
       más  de  1,000  prisioneros.
           Para celebrar la iniciación de  una lucha  que comenzaba bajo  tan  buenos  aus­
       picios  y  el  restablecimiento  de  la  salud  de  Alejandro,  diéronse  en  Soloi  varias
       fiestas:  un  gran  sacrificio  ofrendado  a  Esculapio,  un  desfile  solemne  de  todo  el
       ejército,  un desfile de antorchas,  torneos gímnicos y literarios,  fiestas  y celebracio­
       nes que despertarían en los vecinos  de  Soloi,  ya  casi perdidos_p-aaJas-costumbres
      .helénicas, el  recuerdo  de la  patria y de  sus antepasados;  los  tiempos  de  los  bárba­
       ros  se  habían  desvanecido;  la  vida  helénica,  brillante  y  luminosa,  se  abría  paso
       en los  países  durante  tanto  tiempo  esclavizados;  la  sangre  helénica,  antes  despie-
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