Page 158 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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152                 ALEJANDRO  CRUZA  EL  TAURO

      allí,  desde  Sardes,  a  la  caballería  y  al  tren  del  gran  ejército;  los  recién  casados
      regresaron  de  Macedonia,  terminada  su  licencia,  con  una  cantidad  considerable
      de  tropas  de refresco, a  saber:  3,000  macedonios  de  a  pie  y  300  de  a  caballo,  200
      jinetes  tesalienses y  150  de la  Elida,  lo  que  hacía  que  Alejandro  contase  ahora,  a
      pesar  de  las  guarniciones  que  había  dejado  en  distintos  sitios,  con  los  mismos
      efectivos,  sobre  poco  más  o  menos,  que  en  el  Gránico.  En  cuanto  a  la  moral  de
      estas  tropas,  podemos  imaginárnosla  a  juzgar  por los  éxitos  ya  logrados  y  por  los
      que  esperaban  alcan2ar  como  fruto  de  sus  futuras  luchas;  aquellos  hombres,  se­
      guros  de  nuevos  triunfos,  de  los  que  eran  prenda  los  anteriormente  conquistados,
      veían  ya  en  el  Asia  su  botín;  ellos  mismos,  su  rey  y  los  dioses  les  garantizaban
       firmemente  el  éxito.
          Presentáronse  también  en  Gordión  embajadores  de  Atenas  para  suplicar  al
       rey  que  pusiera  en  libertad  a  ios  atenienses  que  habían  sido  hechos  prisioneros
       en la  batalla  del  Gránico  y  enviados  a  Macedonia  bajo  cadenas.  ¿Basábase  acaso
       esta  petición  en  los  acuerdos  tomados  en  Corinto  y  en  el  cumplimiento  fiel  de
       ellos?  La  contestación  que  se les  dió  fué  que  volviesen  cuando  hubiese  terminado
       felizmente la siguiente campaña,  la  que  estaba  a punto  de  iniciarse.
           La ciudad de  Gordión, residencia antiquísima  de  los  reyes  frigios,  conservaba
       en su ciudadela los palacios de  Gordio y  Midas  y el  carro por el  cual  Midas  fuera
       reconocido  en  otro  tiempo  como  el  hombre  elegido  por  los  dioses  para  reinar
       sobre la  Frigia;  el yugo  estaba  unido  al  carro  tan  maravillosamente  por  medio  de
       un  nudo  hecho  de  corteza  de  árbol,  que  no  había  manera  de  saber  dónde  empe­
       zaba y dónde  terminaba la  unión;  había  un  oráculo  según  el  cual  el  que  deshicie­
       se aquel  nudo  sería  dueño  del Asia. Alejandro  hizo  que le  enseñasen la  ciudadela,
       el  palacio  y  el  famoso  carro,  le  refirieron  el  oráculo  y  decidió  someterse  a
       él,  deshaciendo  el  nudo  gordiano;  todo  se  volvía  buscar  el  cabo,  sin  descubrirlo,
       y  los  circunstantes  contemplaban,  llenos  de  perplejidad,  sus  vanos  esfuerzos;  por
       fin, Alejandro desenvainó la espada y cortó el nudo de  un tajo;  el oráculo,  después
       de  todo,  quedaba  cumplido.
           El  ejército  se  puso  en  marcha  al  día  siguiente,  encaminándose  hacía  Ancira
       por  las  estribaciones  meridionales  de  las  montañas  fronterizas  de  la  Paflagonia;
       en Ancira salió a su encuentro  una  embajada  de  paflagonios para  ofrecer al  rey la
       sumisión  de  su  país,  bajo  la  condición  de  que  no  fuesen  apostadas  allí  tropas
       macedonias.  El  rey  accedió  a  lo  que  se  le  pedía;  la  Paflagonia  siguió  gobernada
       por  los  dinastas  del  país,  tal  vez  bajo  la  jurisdicción  del  gobernador  de  la  Frigia
       y  el  Helesponto.
           El  ejército  expedicionario  siguió  su  marcha  hacia  la  Capadocia,  al  otro  lado
       del  Halis,  a  través  de  las  tierras  de  esta  gran  satrapía  que  se  extiende  hasta  el
       Iris,  sin  encontrar  en  ellas  la  menor  resistencia;  y  aunque  no  hubo  tiempo  a
       ocupar los  territorios  de la  parte  norte,  fué convertida  en  satrapía  macedonia y  su
       mando entregado a  Sabictas.  Hay,  por lo  menos,  un  ejemplo  demostrativo  de  que
       en las  ciudades  griegas  del  Ponto  el  partido  democrático  confiaba  en  que  Alejan­
       dro  les  devolviese  sus  libertades.  Sin  embargo,  en  ellas  siguió  en  posesión  del
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