Page 156 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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ISO                  EN  EL  CAMPO  DE  LOS  PERSAS
      de  colocarse  a  la  cabeza  del  ejército  para  poder  traicionar  al  imperio  de  Ciro.
      Caridemo,  al  oir aquello,  no  supo  contener la  ira y replicó  acusando  a  sus  detrac­
      tores  de  ceguera,  de  cobardía  y  de  egoísmo:  les  dijo  que  no  se  daban  cuenta  de
      su impotencia y del espantoso poderío de los  griegos, y  que arrastrarían a la  catás­
      trofe al  imperio  de  Ciro  si  la  sabiduría del  gran  rey  no  le  daba  la  razón  y  seguía
      sus  consejos.  El  rey de  los  persas,  falto  de  fe  en  sí  mismo  y  doblemente  receloso
      por  ello  de  los  demás,  herido  en  sus  sentimientos  de  soberano  persa,  tocó  el
      cinturón  del extranjero  y sus alabarderos,  atentos  a  aquella  señal,  sacaron  al  hele­
      no  a  rastras,  para  ahorcarlo;  dícese  que  sus  últimas  palabras  al  rey  fueron  éstas:
      “Tu arrepentimiento será la  mejor prueba  de  mi valor;  el  que ha  de  vengarme  no
      está  ya  lejos”.  El  consejo  de  guerra  acordó  presentar  batalla  a  los  macedonios
      cuando  entrasen  en  la  alta  Asia,  oponiéndole  todo  el  ejército  del  imperio  al

      mando  del  gran  rey,  y  reforzar  el  ejército  de  fierra  con  e1 mayor  número  posible
      de  mercenarios  griegos  sacados  de  la  flota,  que  Farnabazos  se  encargaría  de  des­
      embarcar  sin  pérdida  de  momento  en  el  puerto  de  Trípoli  de  la  costa  fenicia.
      Timondas,  hijo  de  Mentor,  fué  enviado  a  Trípoli  con  el  encargo  de  recibir
      aquellos  contingentes  e  incorporarlos  al  ejército  del  imperio.  Asimismo  se  acordó
      confirmar a Farnabazos  en el  ejercicio  de  todos  los  poderes  que  le  estaban  confe­
      ridos  a  Memnón.
          Entre  tanto,  Farnabazos  y  Autofrádates  habían  proseguido  y  llevado  a  feliz
      término  el  sitio  de  Mitilene;  la  ciudad  habíase  rendido  bajo  la  condición  de  que,
      a  cambio  de  llamar  a  los  desterrados  y  destruir  el  documento  de  alianza  con
      Alejandro,  la  guarnición  macedonia  pudiera  evacuar  libremente  y  la  ciudad  vol­
      viera a ser confederada de Persia con arreglo a las  normas  de la  paz  de Antálcidas.
       Pero,  tan pronto  como los  dos  persas  se  vieron  en  posesión  de  la  plaza,  no  hicie­
      ron el menor caso de las condiciones por ellos aceptadas;  apostaron  una guarnición
      en  la  ciudad  bajo  el  mando  del  rodio  Licomedes  e  instauraron  como  tirano  a
       uno  de  los  antiguos  desterrados,  llamado  Diógenes;  hicieron  sentir  a  Mitilene
      el pesado yugo  de la  opresión persa  mediante  un  sistema  de  gravosas  contribucio­
      nes, impuestas  unas  a los  particulares  y  otras  a  la  ciudad  en  su  conjunto.  Hecho
       esto,  Farnabazos  se  apresuró  a  llevar  a  la  Siria los  mercenarios  que  le  pedían;  allí
      le fué comunicado el nombramiento para ejercer el mando supremo en  sustitución
       de Memnón, cuyos planes sufrían, sin embargo, un golpe mortal con la entrega de
       aquellos  mercenarios;  la  rápida  y  eficaz  ofensiva  que  habría  de  inflamar  y
      poner en pie de guerra a Esparta, Atenas y toda la  Gran  Grecia,  era  ya  imposible.
          Sin embargo,  Farnabazos y  Autofrádates  no  renunciaron  del  todo  a  aquellos
      planes.  Enviaron  a  las  Cicladas  al  persa  Datames  con  diez  trieras,  mientras  ellos
       salían para Tenedos  al  mando  de  cien  barcos;  desembarcaron  en  esta  isla,  que  se
      había  adherido  a la  causa  helénica, y la  obligaron  —pues  también  se  aplicó  esta
      fórmula— a  retornar al  régimen  de  la  paz  de  Antálcidas.  Al  parecer,  la  mira  era
       ocupar  el  Helesponto.
          Alejandro,  para  asegurar  por  lo  menos  las  comunicaciones  con  Macedonia
      por medio  de  una  flota,  había  enviado  ya  a  Egelojo  a  la  Propóntide  para  que  la
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