Page 440 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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ENFERMEDAD  DE  ALEJANDRO

      fermedad,  y la  fiebre le  iba  dominando;  al  día  siguiente  por la  mañana  tuvieron
      que  transportarle en  el  lecho  ante  el  altar  en  que  diariamente hacía  el  sacrificio
      matinal;  después  recibió a  sus  comandantes  en  sus habitaciones,  siempre  tendido
      en su lecho  de  enfermo, y les  dió las  órdenes  necesarias  para  iniciar las  operacio­
      nes; el ejército de tierra debía ponerse en marcha el día  21  y la flota, con la que él
      mismo pensaba  partir,  al  día  siguiente.  Hacia  el  atardecer  mandó  que lo  llevasen
      en su lecho al Eufrates, que lo subiesen a  un barco y lo  trasladaran a los  jardines
      del otro lado del río; una vez allí, tomó un baño y pasó la  noche entre escalofríos,
      con  fiebre  muy alta.
          A  la  mañana  siguiente,  después  del  baño  y  del  sacrificio  matinal,  entró  en
      su gabinete,  donde pasó el día  tendido  en  el lecho;  Medio,  su  amigo,  estaba  a  su
      lado,  intentando  animarle  con  su  conversación.  Alejandro  despidió  a  los  coman­
      dantes  de su  ejército y de su flota  con orden  de  que  se  presentasen  a  la  mañana
      siguiente;  después  de  comer  un  poco  por  la  noche,  intentó  descansar;  la  fiebre
      seguía  subiendo  y  el  estado  del  enfermo  empeoraba;  pasó  la  noche  sin  poder
      conciliar  el  sueño.
          En la mañana  del  19, después del baño y el  sacrificio,  fueron llevados  a  pre­
      sencia del rey Nearco y los demás jefes de la flota; Alejandro les comunicó  que su
      enfermedad obligaba  a  aplazar la  salida  un  día,  pues  cónfiaba  estar lo  suficiente­
      mente  restablecido  para  poder  embarcar  el  22.  No  salió  de  la  sala  de  baños.
      Nearco, sentado en su lecho, le contaba  de su viaje por el océano; Alejandro  oíale
      con  atención  y  se  alegraba  ante  la  idea  de  que  pronto  podría  arrostrar  peligros
      como aquellos que Nearco le refería.  Sin embargo  su  estado  iba  empeorando y la
      intensidad  de la  fiebre  crecía;  pero Alejandro  no  se  daba  por vencido:  en  la  ma­
      ñana del 20, después del baño y él sacrificio, reunió a los oficiales de la flota y les
      ordenó  que  lo  tuvieran  todo  dispuesto  para  recibirle  en  sus  barcos  el  22  y  para
      partir  aquel  mismo  día.  Tras  el  baño  vesperal,  volvió  a  sentir  fuertes  escalofríos
      febriles;  s.us  fuerzas  iban  desapareciendo  por  momentos;  siguió  una  noche  peno­
      sísima,  sin  poder  conciliar  el  sueño.  Por  la  mañana,  con  una  fiebre  abrasadora,
      mandó  que  le  llevasen  delante  del  gran  estanque,  donde  realizó  a  duras  penas
      su  sacrificio;  luego  mandó  llamar  a  los  jefes  de  la  flota,  cursó  algunas  órdenes
      más «obre la  salida  de los  barcos,  habló  con los  estrategas  acerca  de  la  provisión
      de algunos  cargos  de oficiales y les encargó  de  seleccionar ellos  mismos  a  los  que
      debieran ser ascendidos,  exhortándolos  a  ser muy severos  en  la  selección.
          Llegó el día  22. Alejandro estaba consumido por la  fiebre,  sin poderse mover
      del lecho;  sin embargo,  hizo que lo llevaran en él ante el altar,  donde  ofrendó  su
      sacrificio,  como  todas  las  mañanas.  Ordenó  que  se  aplazara  la  salida  de  la  flota.
     A la  mañana  siguiente,  después  de  haber  pasado  una  noche  dolorosísima,  apenas
      pudo celebrar ya su ceremonia religiosa. Dió orden de que los estrategas se  reunie­
      sen en las antesalas de palacio y de que los ciüarcas y pentacosiarcas no se alejasen
      de él;  mandó que le llevasen de los  jardines a  sus  habitaciones.  Su  estado  de  pos­
      tración  iba  acentuándose;  cuando  entraron  los  estrategas  todavía  los  reconoció.
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