Page 96 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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88                 SEGUNDA  EXPEDICION  A  GRECIA
      contra  de la  paz  jurada.  Demóstenes  mantenía  correspondencia  con  los  estrategas
      del  gran  rey,  correspondencia  que  no  tenía  otro  objeto,  naturalmente,  que  el  de
      recibir y transmitir  informaciones  para  la  lucha  contra  Alejandro.  Mano  a  mano
      con  Licurgo  y  con  otros  dirigentes  del  pueblo  identificados  con  sus  ideas  y  sen­
      timientos,  hizo  cuanto  estaba  de  su  parte  para  desencadenar  una  nueva  lucha
      contra  el  poder  macedónico  y,  sobre  todo,  incitó  a  nuevas  aventuras  a  los  emi­
      grados  de  Tebas,  muchos  de  los  cuales  habían  buscado  refugio  entre  los  ate­
      nienses.  Cuanto  más  lejos  se  hallaba  Alejandro  y  más  tiempo  duraba  su  aleja­
      miento,  más  se  enardecían  el  ánimo  y  el  entusiasmo  de  este  partido  guerrero;
      circulaban y encontraban crédito los  rumores  de  una  derrota  sufrida por Alejandro
      en  tierras  de los  tribalos.  También  en  la  Arcadia,  en  la  Elida,  en  Mesenia,  entre
       los  etolios,  renacía  el  antiguo  afán  de  innovaciones  y  encendíanse  nuevas  espe­
      ranzas;  los  que  más  vivamente  sentían  el  yugo  del  poder  macedonio  eran  los
       tebanos;  la  guarnición  apostada  en  su  ciudadela  parecía  recordarles  continua­
       mente la  afrenta  sufrida  por  ellos  y la  pérdida  de  sus  viejas  glorias.
           En  esto,  se  echó  a  rodar  la  especie  de  que  Alejandro  había  muerto  en  la
       campaña  contra  los  tribalos;  Demóstenes  hizo  comparecer  ante  el  pueblo  con­
       gregado  a  un  hombre  que  exhibía  una  herida  recibida  en  la  misma  batalla  en
       que  había  visto  por  sus  propios  ojos  caer  sin  vida  al  rey  de  los  macedonios.
       ¿Cómo  dudar  de  aquello?  ¿Cómo  no  dejarse  convencer  jubilosamente  por  quie­
       nes  predicaban  que  había  llegado  la  hora  de  sacudir  el  yugo  de  Macedonia,  que
       los  tratados  concertados  con  Alejandro  habían  caducado  con  su  muerte,  que  el
       gran  rey  de  los  persas,  decidido  a  proteger  las  libertades  de  los  helenos,  había
       puesto  abundantes  subsidios  en  manos  de  los  hombres  que,  al  igual  que  él,  no
       tenían  otra  preocupación  que  el bienestar y la  libertad  de  la  Hélade,  para  apoyar
       todas  las  empresas  dirigidas  contra  los  macedonios?  El  hecho  de  que  el  incorrup­
       tible Licurgo  abrazase esta  causa,  coincidiendo  con Demóstenes,  le  imprimió  tan­
       to  o  más  impulso  que  el  dinero  de  los  persas.  Lo  más  importante  era  obrar  sin
       demora, realizar algo grande que sirviese de eje al levantamiento  general.
           Se  comprende  que  en  aquella  ciudad  de  Tebas,  tan  duramente  castigada,
       y entre los  emigrados  tebanos  de Atenas  y  de  todas  partes  existiese  la  decisión  de
       llegar  más  allá  que  nadie.  No  era  ya  la  primera  vez  que  los  refugiados  tebanos
       salían  de  Atenas  a  rescatar  la  ciudadela  de  la  Cadmea;  en  otra  ocasión  habían
       acometido  esta  misma  empresa,  conducidos  por  Pelópidas,  y  la  heroica  hazaña
       había  dado  por frutos  las  grandes  victorias  de  Leuctra  y  Mantinea.  Es  cierto  que
       en  el  tratado  federal  todas  las  ciudades  habían  prometido  de  un  modo  explícito
       no  consentir  que  los  emigrados  acogidos  a  ellas  emprendiesen  por  la  fuerza  su
       regreso  a  la  patria;  pero,  al  fin  y  al  cabo,  el  rey  con  quien  se  firmara  aquel
       tratado  estaba  muerto.  Varios  de  los  emigrados  tebanos  abandonaron  Atenas,  no
       sin contar con el  consentimiento  de  Demóstenes,  ciertamente,  y  tal  vez  ayudados
       incluso  con  una  parte  del  dinero  persa  manejado  por  él;  al  amparo  de  la  noche
       llegaron  a  Tebas,  donde  les  esperaban  sus  amigos.  Su  primer  acto  consistió  en
       asesinar  a  dos  dirigentes  de  la  facción  macedónica,  que  salían  de  la  Cadmea  sin
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