Page 93 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CAMPAÑA  CONTRA  LOS  ILIRIOS                 85

      bárbaro,  sacrificó  tres  muchachos,  tres  doncellas  y  tres  carneros  negros  y,  hecho
      esto,  avanzó  como  si  se  propusiera  luchar  contra  los  macedonios  en  combate
      cuerpo  a  cuerpo;  sin  embargo,  tan  pronto  como  éstos  se  acercaron  a  las  al­
      turas,  los  ilirios  evacuaron  a  toda  prisa  sus  magníficas  posiciones,  abandonan­
      do  incluso  a  las  víctimas  del  sacrificio,  que  cayeron  en  manos  de  los  atacantes,
      y  se  encerraron  en  la  ciudad;  Alejandro,  en  vista  de  que  no  había  sido  posible
      tomarla  por  asalto,  acampó  junto  a  sus  muros  para  cercarla  con  murallas  y
      obligarla  a  rendirse.  Pero  al  día  siguiente  apareció  en  las  alturas  Glaucias,  al
      frente  de  un  poderoso  ejército;  Alejandro  hubo  de  renunciar  a  tomar  por  asalto,
      con las  fuerzas  de  que  entonces  disponía,  una  fortaleza  abarrotada  de  gentes  de
      guerra,  teniendo  además  a  su  espalda,  en  las  montañas,  a  un  ejército  enemigo.
      Necesitó  hacer  alarde  de  una  gran  prudencia  para  mantenerse  en  aquella  peli­
      grosa  posición.  Filotas,  enviado  a  forrajear  con  un  destacamento  de  hombres  de
      a caballo y las bestias  de tiro  necesarias,  estuvo a  punto  de  caer  en manos  de los
      taulantinos;  fué  necesario  que  acudiese  en  su  socorro  el  propio  Alejandro,  con
      los  hipaspistas,  los  agríanos  y  los  arqueros  y  300  jinetes;  gracias  a  ello,  pudo
      rescatar  a  Filotas  y  asegurar  aquel  convoy,  tan  importante  para  los  macedonios.
      La  situación  del  ejército  de  Alejandro  hacíase  cada  día  más  peligrosa  e  insoste­
      nible;  casi  cercado  en  el  llano,  el  rey  no  disponía  de  tropas  suficientes  para
      aventurar  una  acción  decisiva  contra  las  fuerzas  de  los  dos  príncipes  enemigos
      ni  de  provisiones  bastantes  para  esperar  la  llegada  de  refuerzos.  No  había  más
      remedio  que  retirarse,  pero  la  retirada  podía  resultar  doblemente  peligrosa;
      Clito  y  Glaucias  ya  daban  por  seguro,  y  no  sin  razón,  que  tenían  a  Alejandro
      en  sus  manos,  cogido  en  aquella  ratonera;  las  cumbres  que  dominaban  el  llano
      estaban  todas  ellas  en  poder  del  enemigo  y  cubiertas  de  numerosa  caballería  y
      de  una muchedumbre  de  acontistas,  honderos  y  soldados  con  armamento  pesado
      que, de un momento a otro,  podrían lanzarse sobre el ejército acorralado en aquel
      estrecho  camino  y  aplastarlo,  mientras  los. ilirios  salían  de  su  fortaleza  para  caer
      sobre la  retaguardia  de  los  macedonios  en  retirada.
          Pero  Alejandro,  por  medio  de  un  audaz  movimiento,  que  sólo  un  ejército
      macedonio era capaz de ejecutar, dió al traste con las esperanzas  de  sus enemigos.
      Mientras  la  mayoría  de  los  hombres  de  a  caballo  y  todas  las  tropas  dotadas  de
      armamento  ligero  daban  la  cara  al  enemigo  encerrado  en  la  ciudad,  haciendo
      imposible así todo peligro por este lado, la falange,  en formación  de  120 hombres
       en  fondo  y  con los  flancos  cubiertos  por  200  jinetes,  avanzó  por  el  llano  con  el
       mayor sigilo,  de  modo  que  pudieran  escucharse  rápidamente  las  voces  de  mando.
       El  llano  estaba  rodeado  en  forma  de  semicírculo  por  alturas  desde  las  que  los
       taulantinos  amenazaban  los  flancos  de  la  masa  de  tropas  que  avanzaban;  pero
       el  cuadrilátero  de  los  macedonios,  lanza  en  ristre,  avanzaba  sobre  las  alturas,  de
       pronto  viraba  en  redondo  para  avanzar  en  una  nueva  dirección y  lanzarse  contra
       el  tropel  de  enemigos  que  amenaza  el  nuevo  flanco;  y  así,  maniobrando  de  este
       modo y  cambiando  de posición  a  cada  paso y  con la  mayor  precisión,  los  mace­
       donios  lograron  avanzar  entre  las  alturas  enemigas  y,  por  último,  formáronse  a
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