Page 99 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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DESTRUCCION  DE  TEBAS                    91

      mientras  las  dos  falanges,  combinadas  con  los  arqueros  y  los  agríanos,  asaltaban
      las  defensas  e  irrumpían  por  el  túnel  de  la  puerta  de  Electra  al  interior  de  la
       ciudad,  llegando  hasta  el  Heracleón,  al  paso  que  los  tebanos  se  abalanzaban
      sobre los  macedonios  entre un  griterío  ensordecedor,  obligándolos  a  replegarse  so­
      bre  los  hipaspistas  con  importantes  pérdidas  —cayeron,  por  ejemplo,  setenta
       arqueros,  entre  ellos  su  jefe,  el  cretense  Euribotas— .  En  este  momento,  Alejan­
       dro,  que  vió  cómo  los  tebanos  se  lanzaban  desordenadamente  en  su  persecución,
      los  atacó  vertiginosamente  en  falange  cerrada;  los  tebanos  fueron  rechazados  y
      huyeron tan a prisa, que los  macedonios pudieron irrumpir tras ellos  por la  puerta
      de la  ciudad,  al  mismo  tiempo  que  la  muralla,  dejada  sin  defensores  por los  mu­
      chos  puestos  avanzados  colocados  fuera  de  ella,  era  escalada  y  ocupada  por  otras
      partes  y  se  establecía  contacto  con  la  guarnición  de  la  Cadmea.  La  ciudad  no
      tenía ya salvación,  los defensores de la  ciudadela se lanzaron con  una  parte  de los
      atacantes  sobre el  Anfieón,  en la  ciudad  baja;  otras  tropas  macedonias,  mientras
      tanto,  escalaban  las  murallas  y  avanzaban  a  paso  de  carga  sobre  el  ágora.  Los
      tebanos  luchaban  con  desesperada  bravura,  pero  inútilmente,  pues  el  enemigo
      irrumpía  por  todas  partes;  Alejandro  corría  de  un  lado  para  otro,  animando  a
      sus tropas con la palabra y el ejemplo; la caballería tebana,  acorralada en las calles,
      salía  despavorida  al  campo  por  las  puertas  que  aún  encontraba  abiertas;  de  las
      tropas de a pie, los que podían poníanse a salvo huyendo al  campo  o  refugiándose
      en las  casas y en los  templos,  llenos  de  mujeres  y  de  niños,  cuyo  llanto  resonaba
      bajo  las  bóvedas.
                              DESTRUCCIÓN  DE  TEBAS
          Los  macedonios,  dejándose  llevar  de  su  furia,  y  con  ellos  los  píateos,  los  fo­
      censes  y  los  demás  beocios,  procedieron  a  una  verdadera  matanza;  no  escaparon
      a  la  muerte  ni  siquiera  las  mujeres  y  los  niños;  su  sangre  profanó  los  altares  de
      los  dioses.  Sólo  las  sombras  de  la  noche  pusieron  fin  al  saqueo  y  a  la  matanza.
      Los  macedonios  perdieron,  al  parecer,  500  hombres;  los  tebanos  pasadcj  a  cu­
      chillo fueron unos 6,000, hasta  que las  órdenes  del rey pusieron  término  a  aquella
      carnicería.
          Al  día  siguiente,  Alejandro  convocó  a  una  asamblea  a  los  miembros  de  la
      liga  corintia  que habían tomado parte  en la lucha  y  dejó  a  su  arbitrio la  decisión
      sobre la  suerte  que  debía  correr la  ciudad.  Los  jueces  que  habían  de  fallar  sobre
      el  destino  de  Tebas  eran  aquellos  mismos  píateos,  orcomenos,  focenses  y  tespios
      que  durante  tantos  años  habían  tenido  que  soportar  la  espantosa  opresión  de  los
      tebanos,  cuyas  ciudades  habían  sido  destruidas  en  otro  tiempo  por  éstos,  cu­
      yos hijos  e  hijas  habían  sido  deshonrados  por  ellos  y  vendidos  luego  como  escla­
      vos.  El  acuerdo  fué  que la  ciudad  quedase  reducida  a  cenizas  y  su  territorio,  con
      excepción  de  las  tierras  pertenecientes  a  los  templos,  repartido  entre  los  aliados
      de Alejandro, y todos los  tebanos,  incluyendo  a  sus mujeres  y  sus  niños,  vendidos
      como esclavos,  concediéndose la libertad  solamente  a  los  sacerdotes  y  sacerdotisas
      y  a  quienes  hubiesen  brindado  hospitalidad  a  Filipo,  Alejandro  y  los  macedo-
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