Page 102 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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94            SEGUNDA  RENOVACION  DE  LA  LIGA  CORINTIA

           Después  de  dejar  apaciguada  a  la  Hélade  y  de  atajar  dentro  de  lo  posible
       todo  ulterior  movimiento  mediante  la  destrucción  de  Tebas  y  la  guarnición
       macedonia  dejada  en  la  Cadmea,  Alejandro  levantó  su  campamento  en  las
       puertas  de Tebas  y regresó  a  Macedonia  en  el  otoño  del  año  335.  Habíale  basta­
       do  con  un  año  para  consolidar  reciamente  su  monarquía,  heredada  en  medio  de
       tantos peligros;  ahora,  seguro ya  de la  obediencia  de 1 os  pueblos  bárbaros  situados
       en  sus  fronteras,  de  la  paz  reinante  en  la  Hélade  y  de  la  afección  de  su  pueblo,
       podía  dedicarse  por  entero,  como  lo  hizo  durante  toda  la  primavera  siguiente,  a
       preparar  la  gran  empresa  que  había  de  decidir  de  los  destinos  de  Asia  y  abrir
       nuevos  caminos  a  los  siglos  venideros.
           Los  meses  siguientes  fueron  meses  de  preparativos  para  la  gran  guerra;  lle­
       garon a  Macedonia  contingentes  de  tropas  enviados  de  Grecia,  de  Tesalia,  de  las
       montañas  y  los  valles  de  la  Tracia;  se  reclutaron  mercenarios,  se  prepararon
       los barcos  necesarios  para  dar  el  salto  por  mar hasta  el  Asia.  El  rey  consultaba  y
       deliberaba,  esbozando  las  futuras  operaciones  de  la  campaña  a  base  de  las  infor­
       maciones  recibidas  sobre  la  situación  y  las  características  de  los  países  orientales,
       sobre  la  importancia  militar  de  éstas  o  las  otras  cuencas,  de  las  montañas,  las
       ciudades  y  las  regiones.  Nos  gustaría  poseer  más  detalles  acerca  de  todo  esto,
       saber,  sobre  todo,  si  en  la  corte  del  rey  de  Macedonia  se  tenía  una  idea  clara
       acerca  de  las  condiciones  geográficas  del  imperio  que  se  trataba  de  atacar,  de
       los territorios que se extendían al otro lado  del Tauro y  del Tigris.  No  cabe  duda
       de que se conocería allí la Anabasis de Jenofonte, y tal vez se  tendría  también  no­
       ticia  de  la  Historia  de  Persia  de  Ctesias;  algunas  informaciones  se  obtendrían  a
       través  de  los  helenos  que  habían  servido  en  el  Asia  como  mercenarios,  de  los
       embajadores  persas,  de  Artabazos  y  Memnón,  que  habían  vivido  durante  varios
       años  en  la  corte  macedonia,  como  emigrados.  Pero,  por  muchos  que  fuesen
       los datos recogidos y por muy cuidadosamente  que  se ordenasen,  entre  todos  ellos
       se  reuniría,  a  lo  sumo,  un  material  bastante  inseguro  de  información  para  la
       guerra hasta las riberas del Eufrates y,  cuando más,  hasta  el  Tigris;  a buen  seguro
       que  no se tenía ni la más  remota  idea  de la  estructura  de los  países  situados  más
       al  este  ni de las  distancias  que  en  ellos  sería  necesario  recorrer.
           Luego, el rey procedió a organizar los asuntos del país y nombró a Antípatros
       regente  del  reino  con  poderes  militares  suficientes  para  velar  por  el  manteni­
       miento  de  la  paz  en  Grecia,  para  salvaguardar  las  fronteras  de  Macedonia  y
       mantener en la obediencia  a  todos los  pueblos  colindantes.  Se  invitó  a  participar
       personalmente en la  guerra  a  los  príncipes  de  las  tribus  bárbaras aliadas  con  Ma­
       cedonia,  para  asegurar  todavía  más  al  reino  contra  sorpresas  desagradables  y,  al
       mismo  tiempo,  porque  las  tropas  de  sus  pueblos  lucharían  más  valerosamente
       bajo su mando. Antípatros y Parmenión,  después de resueltos  todos los  problemas
       anteriores,  plantearon  en  el  consejo  de  guerra  uno  más,  que  a  ellos  les  preocu­
       paba :  el de saber cómo se aseguraría la sucesión al trono, en caso de una  desgracia
       imprevista.  Exhortaron  al  rey  para  que  se  casara  e  hiciera  todo  lo  posible  por
       dejar  un  heredero  antes  de  partir  para  la  guerra.  Alejandro  rechazó  sus  propues­
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