Page 27 - Anónimo. - Leabhar Ghabhala - Libro de las invasiones [1988]
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Por supuesto, los monumentos megalíticos para Pijoan
     son anteriores a la llegada de los celtas, aunque estos úl­
     timos tenían gran respeto por estas construcciones y po­
     demos  decir que  se  las  apropiaron.  En  Irlanda, los dól­
     menes  se  consideraban morada de algunos  dioses, y  se­
     gún  parece  los  reyes  del  reino  de  Leinster1manaaron

     construir  su  palacio  sobre  el  túmulo  dolménico  de  Fir
     Bolg Slenga.
       Hasta este momento todo parece claro, pero los textos
     del manuscrito irlandés Leabnar Ghabhála, ampliamente
     comentado en este trabajo, nos indican que estos invaso­
     res que desde España invaden Irlanda son oleadas de in­
     vasiones que se producen en épocas diferentes, pero todas
     ellas tienen un lugar de origen: el país de los escitas, lu­
     gar que los historiadores localizan en las estepas rusas por
     encima del mar Negro,  entre  el mar  Caspio  y Turquía.
     Todas las olas invasoras viajan a través del Mediterráneo.
     Es  fácil  comprender  que  asimilan  la pujante  cultura  de
     Grecia, Oriente Medio y norte de Africa, esta cultura la
     llevan con ellos a España y después a Irlanda. Todo esto
     concuerda  con  lo  que  anteriormente  hemos  expuesto,
     ahora bien,  el  Leabnar Ghabhála no hace ninguna men­
     ción de los celtas o de los iberos, son simplemente esci­
     tas por llamarlos  de alguna manera.  El mismo Breogán,
     Mil y sus hijos, también son considerados escitas y no cel­
     tas como señalan diversas fuentes históricas, ¿es una fan­
     tasía del manuscrito  o por el contrario  se basa en datos
     reales a los que atenernos?
       T. G. E. Poweíl14 nos indica cómo alrededor del quin­
     to o cuarto milenio a. de C. desaparece la vida salvaje en
     Europa al llegar nuevos pobladores procedentes del Asia
     Menor  y  del  Mediterráneo  Oriental  (por  las  orillas  del
     mar Negro presumiblemente).  Se han encontrado restos
     arqueológicos que nos indican que existieron dos vías de
    penetración; una sería desde las orillas del mar Negro, si­


      14   Powell, T.  G., El despertar de la civilización, Labor (Barcelona),
    1973, p. 249.

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