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i 6z          G. Maraiwn
                            dial en el consejo; y —permitidme que
                            descienda a la tierra— generosidad
                            también en el aspecto monetario; pues,
                            salvo excepciones, este tipo de la ac­
                            tuación nuestra, tan vecina a la del
                            confesor, no debe ser jamás motivo de
                            remuneración.
                              No quiero dar, por lo tanto, conse­
                            jos estrictos, que juzgo inútiles. No
                            busquéis en mí reglas inflexibles, por­
                            que yo no puedo hablar en nombre
                            de ese espíritu severo, tan español, de
                            Doña Perfecta. Tampoco quiero rela­
                            tar casos clínicos cuya inevitable su­
                            gestión enturbiaría la profunda grave­
                            dad que quisiera poner a estas pala­
                            bras. Pero sí aseguro que el médico,
                            con ética severa, pero al lado de ella
                            —quizá, quizá por encima de ella— con
                             humana comprensión, puede hacer be-
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