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x74           G. Marañón
                          que la vocación será la que nos dicte
                          las palabras justas, el tono adecuado:
                          todo aquello que no pueden enseñar los
                          maestros ni los tratados y que inspira,
                          sin titubeos, el instinto. Nunca, pues,
                          recetas de tal o cual sistema pedagó­
                          gico o psiquiátrico; nunca, por ejem­
                          plo, psicoanálisis. En el alma del jo­
                          ven y, en general, del hombre que su­
                          fre de sus instintos, hay que entrar de
                          puntillas y en silencio, como se entra
                          en las bibliotecas donde se trabaja;
                           más aún, en los templos. Sin pedante­
                          rías doctrinales; sin pretender remover
                           el subconsciente, sino, si acaso, ente­
                           rrándolo más todavía.
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