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172           G. Mar anón
                            a todos los desfallecimientos, excesos
                            o aberraciones. Entonces es una falta
                            grave el callar. Aparte de los textos
                            médicos, citaré este otro, más signifi­
                            cativo, del mismo Verdier: «Cuando el
                            instinto, claramente, vacila, creo que
                            las iniciaciones claras, hechas con todo
                            el tacto preciso, deben ser considera­
                            das como una grave obligación.» «El
                            niño tiene el derecho a ser iniciado
                            precisamente en el problema de la vida
                            y en la lucha de los sentidos.» Exacto.
                            El antídoto de lo turbio es la claridad.
                            Y es el médico el que con arte más pre­
                            ciso debe administrar esta maravillosa
                            medicina. Y no hay contradicción en­
                            tre esto y lo que antes hemos dicho.
                            Iniciar es dirigir rectamente el instinto
                            que está en pie; no despertarle cuando
                            aún está dormido.
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