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Vocación y ética J73
Téngase en cuenta que esta misión
iniciadora no siempre consiste en en-
señar cosas al niño, sino, a veces, en
desenseñarlas. Un ejemplo muy claro
—y muy grave, por la extensión de
esta desdicha — es la necesidad de de
cir a los jóvenes, y de que sean los mé
dicos y no los curas los que se lo digan,
que la castidad no sólo no es perjudi
cial a la salud, sino ahorro de la vita
lidad futura; y que la condición de hom
bre no se mide por el garbo con que
se ejecuta el acto sexual. Por el con
trario, si hay una virtud específica de
esa condición de hombre es la virtud
de la renunciación.
¡Pero qué tacto, qué información di
recta —la del mundo, no la de los li
bros—, se requiere para cumplir estos
deberes! Qué vocación, en suma. Por-
■ TI