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170            Cr. Mar aitón
                           tamos muchas veces. Y si existe, ¿cómo
                           cumplirlo?
                              Yo estoy convencido, por mi expe­
                           riencia de muchos años, que acaso
                           haya rectificado parte de mis convic­
                           ciones antiguas, que la explicación cien­
                           tífica de los misterios sexuales al mu­
                           chacho es, teóricamente, perjudicial
                           cuando está aún en estado de ignoran­
                           cia. Suscribo estas palabras de un frai­
                           le francés y de magnífico espíritu, el
                           P. Verdier: «la higiene científica apli­
                           cada a gentes puras provoca en nos­
                           otros legítimas inquietudes. En las co­
                           sas de la moral, el cientificismo, lo
                           sabemos por propia experiencia, es
                           casi siempre funesto». Sí, añado yo:
                           es preferible correr el albur de una
                           iniciación errónea que someter el alma
                           del niño a la amputación de su inocen-
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