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Vocación y ética          45
             te. Ser pintor es ver el cuadro inmor­
             tal, en la revista y en el grabado, como
             un tema nacional. Ser maestro es reci­
             bir, el día del jubileo glorioso, el amor
             de cientos y cientos de discípulos que
             son ya los rectores de la nueva gene­
             ración. Ser santo es ver a Dios cara a
             cara, en un éxtasis maravilloso, o as­
             cender directamente al cielo, sostenido
             por ángeles, desde el lugar del suplicio.


             El detalle que enciende
             la vocación.

               Es, sin duda, en el espejismo de es­
             tos episodios heroicos y espectaculares
             y no en el pan nuestro del dolor de
             cada día, en el que se suscita el deseo
             que luego llamamos vocación. Y, otras
             veces, no ya en los grandes fastos, sino
             en detalles pequeños, tan pequeños que
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