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Vocación y ética           67

            dadera, sin espejuelos de grandeza y
            poderío. Y ahora debemos abordar otro
            problema esencial, ya indicado más
            arriba: el de que esa vocación verdade­
            ra se revele tardíamente y no interven­
            ga, por lo tanto, aparte toda otra causa
            de error circunstancial, en el momento
            forzosamente precoz de la elección de
            destino social. Yo nunca me canso de
            insistir en lo tardío que es, en muchos
            hombres, el pleno auge de su persona­
            lidad viril; y con ella está íntimamente
            ligada la actividad social que, en dis­
            tintos trabajos, me he esforzado en
            considerar como un verdadero carácter
            sexual. Por lo tanto, la vocación hemos
            de considerarla como una faceta de
            esta madurez, sujeta al posible retar­
            do de su cronología. De aquí también
            —y tampoco me importa repetirlo — la
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