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74 G. A7aranón
que no pudo olvidar jamás, se dió cuen
ta de que su pretendida vocación no
tenía nada que ver con la anatomía, ni
con la cirugía, ni con los experimentos
fisiológicos, sino sólo con aquel mito
absurdo e infantil del médico rural fili
pino, pequeño dios de los tagalos. Fue
i ron muy duros los primeros años, pero
la voluntad del estudiante, y acaso el
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amor propio de no declarar su equivo
cación después de la polémica con su
padre, fueron desvaneciendo el hastío
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primero y trocándole después en amor.
Y acabó, antes de terminar sus estu
dios, por poseer una vocación, creada
y no innata; pero tan recia, que estimó
durante toda su vida como su mayor
felicidad la de haber sido médico; y
las circunstancias le ofrecieron ocasión
de probarlo, pues por no dejar de serlo
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