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78            G. Marañón

                       tros a su vez sin vocación—no la ad­
                       vertirán mas que en el primero.
                         Y yo digo que la verdadera misión
                       del maestro, mucho más que enseñar,
                       mucho más que enseñar cosas, es diag­
                       nosticar, buscar la vocación en sus dis­
                       cípulos; exaltar la de aquellos que la
                       poseen; eliminar a tiempo de la disci­
                       plina a los que carezcan de ella; y,
                       sobre todo, en aquellos que han sido
                       guiados por un destello, quizá falso, de
                       vocación, crear ésta, recrearla con per­
     4                 severancia, haciendo grata, con buena
                       voluntad, la convivencia con el destino
                       mal elegido; hasta que surja, que pue­
                       de surgir, el amor tardío y verdadero.
















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