Page 149 - La Constitución de los atenienses
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LA CONSTITUCIÓN  DE  LOS ATENIENSES



           al  contrario,  en  cuántos  bienes  el  pueblo  de Atenas  obtiene


           con  esa decisión.  En  primer  lugar,  reciben  su  salario  durante

           el  año,  gracias  a los  depósitos  en  el  Pritaneo;  en  seguida,  ad­


           ministran  las  ciudades  aliadas  permaneciendo  en  casa,  sin

           leva  de  naves  y,  así,  auxilian  a  los  partidarios  del  pueblo  y


           arruinan  a  los  contrarios  en  los  tribunales.  En  cambio,  si

           cada  cual  tuviera  los  juicios  en  casa,  por  su  odio  contra  los

           atenienses,  arruinarían  a  aquellos  de  sus  conciudadanos  que


           fueran  los  más  amigos  del  pueblo  de Atenas.  17  Además  de

           lo  anterior,  el pueblo  de Atenas obtiene  los siguientes benefi­


           cios,  gracias a que los juicios  de los aliados se  realizan en Ate­

           nas.  En  primer lugar,  se increm enta el  impuesto  del  uno  por


           ciento  que  en  beneficio de la ciudad se cobra en  El  Pireo;  en

           seguida,  si  alguien  tiene  una  casa de  alquiler,  saca  un  m ayor

           beneficio,  e  igualmente,  si  alguien  tiene  un  carruaje  o  un  es­


           clavo,  obtiene  una  remuneración,  y  también  los  heraldos  se

           benefician  más,  gracias a la llegada de los aliados.  18 Además

           de esto,  si los aliados no llegaran  por pleitos judiciales, respe­


           tarían  sólo  a los  atenienses  que  se  hacen  a la mar y a los jefes


           del  ejército,  a los  comandantes  de trirremes y a  [los]  embaja­

           dores.  Pero  ahora  cada  uno  de  los  aliados  se  ve  obligado  a

           adular  al  pueblo  de Atenas,  pues  se  da  cuenta  de  que,  al  lle­


           gar  a  Atenas,  necesariamente  es  castigado  u  obtiene  justicia

           no  ante  unos  cuantos  sino  ante  el  pueblo,  que  es  sin  discu­

           sión  la  ley  en  Atenas,  y  se  ve  en  la  necesidad  de  suplicar  en


           los  tribunales  y saludar  de  mano  a  cualquiera  que  entre.  Por




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