Page 191 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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de  la  ilusión  material  en  busca  del  conocimiento,  al  que  los  iniciados  llamaban  «la

  perla inapreciable».
       Cuando los alquimistas afirmaban que todos los objetos animados e inanimados

  del  universo  contenían  las  semillas  del  oro,  querían  decir  que  hasta  los  granos  de

  arena  poseían  una  naturaleza  espiritual,  porque  el  oro  es  el  espíritu  de  todo.  Con

  respecto  a  estas  semillas  de  oro  espiritual,  tiene  importancia  el  siguiente  axioma
  rosacruz:  «Toda  semilla  es  inútil  e  impotente,  a  menos  que  se  siembre  en  la  matriz

  adecuada».  Franz  Hartmann  comenta  este  axioma  con  las  siguientes  palabras

  esclarecedoras: «El alma no puede desarrollarse ni avanzar sin un cuerpo adecuado,

  porque es el cuerpo físico lo que le proporciona el material para su evolución».                              [39]
       La finalidad de la alquimia no era obtener algo de la nada, sino, más bien, fertilizar

  y nutrir la semilla que ya estaba presente. Sus procesos no creaban oro, en realidad,

  sino que hacían crecer y prosperar la omnipresente semilla del oro. Todo lo que existe

  tiene espíritu —la semilla de la divinidad en sí misma— y la regeneración no es el
  proceso de tratar de poner algo donde antes no estaba, sino que en realidad significa la

  revelación de la divinidad omnipresente en el hombre y que esta divinidad brille como

  un sol e ilumine todo y a todos los que entren en contacto con él.





  El Sol de medianoche



  Apuleyo describía su propia iniciación (vide ante) con estas palabras: «A medianoche

  vi brillar el sol con una luz espléndida». El sol de medianoche también formaba parte
  del misterio de la alquimia. Simbolizaba el espíritu del hombre brillando a través de la

  oscuridad de sus organismos humanos. También hacía referencia al sol espiritual del

  sistema solar, que los místicos podían ver tan bien a medianoche como a mediodía,
  porque la tierra material no podía bloquear los rayos de aquella esfera divina. Según

  algunos,  las  luces  misteriosas  que  iluminaban  los  templos  de  los  Misterios  egipcios

  durante las horas de la noche eran reflejos del sol espiritual, reunidos gracias a los
  poderes mágicos de los sacerdotes. Es muy posible que la extraña luz que «Yo soy el

  hombre» vio dieciséis kilómetros bajo la superficie de la tierra en la notable alegoría

  masónica titulada Etidorhpa (Afrodita al revés) fuese el misterioso sol de medianoche

  de los ritos antiguos.
       Las concepciones primitivas con respecto a la guerra entre los principios del Bien

  y del Mal a menudo se basaban en la alternancia del día y la noche. Durante la Edad

  Media, la práctica de la magia negra se restringía a las horas de la noche y aquellos
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