Page 534 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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—Quien tiene conciencia, ¡es! —responde la voz—. ¡Mira!
Adán mira a su alrededor: se encuentra en un lugar radiante y en el centro hay un
árbol con joyas rutilantes en lugar de frutas y, enroscada en su tronco, hay una
serpiente alada llameante, coronada con una diadema de estrellas. La que había
hablado era la voz de la serpiente.
—¿Quién sois? —pregunta Adán.
—Soy Satanás —responde la serpiente— y me han petrificado: soy el Adversario,
el Señor que se opone a ti, el que implora tu destrucción ante el tribunal eterno. Era tu
enemigo el día en que fuiste creado, te he conducido a la tentación, te he entregado en
las manos del mal, te he calumniado y siempre me he esforzado por lograr tu
perdición. Soy el guardián del árbol del Conocimiento y he jurado que no compartirá
sus frutos nadie a quien yo pueda extraviar.
—Durante siglos incontables —responde Adán— he sido siervo vuestro. En mi
ignorancia he escuchado vuestras palabras y ellas me han conducido por caminos de
pesadumbre. Me habéis puesto en la cabeza sueños de poder y, cuando me he
esforzado para que se cumplieran, no me han acarreado más que dolor. Habéis
sembrado en mí las semillas del deseo y, cuando he ambicionado los placeres de la
carne, el sufrimiento ha sido mi única recompensa. Me habéis enviado falsos profetas
y falsos razonamientos y, cuando me esforcé por comprender la magnitud de la
Verdad, descubrí que vuestras leyes eran falsas y lo único que recibí a cambio de mis
esfuerzos fue consternación. ¡Oh, espíritu artero, no quiero volver a veros nunca más!
Me he cansado de vuestro mundo de ilusiones. Ya no volveré a trabajar en vuestras
viñas de iniquidad. Poneos a mis espaldas, tentador, junto con todas vuestras
tentaciones. No hay dicha ni paz ni bien ni futuro en las doctrinas del egoísmo, el odio
y la pasión que predicáis. ¡Dejo de lado todas estas cosas y renuncio a vuestro reinado
para siempre!
—Mira, Adán, la naturaleza de tu Adversario —responde la serpiente y desaparece
en un resplandor cegador.
En su lugar aparece un ángel resplandeciente, con prendas doradas brillantes y
enormes alas de color escarlata que se extienden desde una esquina del cielo hasta la
otra. Consternado y atemorizado, Adán se postra ante la criatura divina.
—Soy el Señor que está contra ti y así consigue tu salvación —continúa la voz—.
Tú me has odiado, pero en los siglos venideros me bendecirás, porque te he apartado
de la esfera del demiurgo; te he desviado de la ilusión del mundo; he logrado que te
alejaras del deseo; he despertado en tu alma la inmortalidad de la cual yo mismo soy
partícipe. ¡Sígueme, Adán, porque yo soy el camino, la verdad y la vida!