Page 677 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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mezcladas.  Ciertamente,  se  puede  hablar  mucho  en  relación  a  estas

       montañas, si fuera legal publicar sus misterios, pero no debo dejar de decirte
       algo. Estos lugares son muy peligrosos después de la noche, porque están

       frecuentados por fuegos y otras extrañas apariciones, ocasionadas (según me

       dijeron los Magos) por algunos espíritus que rocían lascivamente el esperma

       del mundo  e  imprimen  sus  imaginaciones en  ella,  produciendo,  en  muchas
       ocasiones, fantásticas y monstruosas generaciones. El acceso y peregrinaje a

       este  lugar,  con  las  dificultades  que  lo  asisten,  es  fiel  y  magistralmente

       descrito por los Hermanos de la R. C.». (Ver carta adjunta).







             UNA CARTA DE LOS HERMANOS DE LA R. C. (ROSA CRUZ)



  Aunque Eugenius Philalethes niega haber sido miembro de la Fraternidad de la Rosa

  Cruz,  se  cree  que  durante  unos  cuantos  años  presidió  dicha  Orden.  En  un  librito
  titulado Lumen de Lumine: or A New Magical Light Discovered and Communicated

  to the World, publicado en Londres en 1651, Eugenius Philalethes analiza una carta

  sorprendente,  supuestamente  de  la  Orden  Rosacruz.  Acompaña  a  dicha  carta  una
  figura emblemática que presenta de forma simbólica los procesos y las fórmulas de la

  piedra filosofal. Esta epístola constituye un ejemplo excelente del sistema rosacruz de

  combinar especulaciones teológicas abstractas con fórmulas químicas concretas. Con

  la  ayuda  del  material  incluido  en  distintas  partes  de  este  libro,  el  estudioso  podría
  acometer la tarea de resolver el enigma que encierra este jeroglífico.



            Carta de los Hermanos de la R. C. acerca de la montaña mágica invisible y

       de los tesoros que contiene.

            Naturalmente, todos los hombres desean una superioridad, poseer tesoros
       de oro y plata [el intelecto y el alma] y parecer grandes a los ojos del mundo.

       De hecho, Dios creó todas las cosas para que el hombre las usara, para que las

       controlara y para que reconociera en ellas Su singular bondad y omnipotencia,

       le  estuviera  agradecido  por  Sus  beneficios,  Lo  honrara  y  Lo  alabara.  Sin
       embargo,  nadie  se  ocupa  de  estas  cosas,  salvo  para  pasar  los  días  sin  hacer

       nada: disfrutan de ellas sin hacer esfuerzos previos ni correr riesgos: tampoco

       las buscan fuera del lugar en el que Dios las ha atesorado, aunque Él también

       espera que el hombre las busque allí, y a quien las busque Él se las dará, pero
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