Page 810 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Después de buscarlo mucho, el rey David encontró el árbol y su hijo. Salomón, trató
de usarlo para hacer una columna de su templo, pero sus carpinteros no pudieron
cortarlo del tamaño necesario: quedaba demasiado largo o demasiado corto. Al final,
indignados, lo dejaron de lado y lo usaron para hacer un puente que comunicara
Jerusalén con las montañas circundantes Cuando la reina de Saba fue a visitar al rey
Salomón, tendría que haber atravesado aquel puente, pero ella, al ver el árbol, se negó
a ponerle el pie encima y, después de arrodillarse y rezar, se quitó las sandalias y
vadeó el río. Esto impresionó tanto al rey Salomón que ordenó que cubrieran el leño
de placas de oro y lo pusieran encima de la puerta de su templo, donde permaneció
hasta que su nieto codicioso robó el oro y enterró el árbol, para que no lo
descubrieran.
De la tierra en la que fue enterrado el árbol no tardó en brotar un pozo de agua,
llamado Bethesda, al que acudían a curarse los enfermos de toda Siria. El ángel del
pozo se convirtió en el guardián del árbol y nadie reparó en él durante muchos años,
hasta que al final el leño flotó hasta la superficie y volvió a ser usado como puente, en
aquella ocasión entre el Calvario y Jerusalén, y por él pasó Jesús para ser crucificado.
Como no había leña en el Calvario, cortaron el árbol en dos partes para fabricar la
cruz en la que fue crucificado el Hijo del Hombre. Se colocó la cruz en el lugar exacto
en el que había sido enterrada la cabeza de Adán. Posteriormente, cuando la
emperatriz Helena descubrió la cruz, resultó que estaba hecha con cuatro variedades
distintas de madera procedentes de un mismo árbol —en representación de los
elementos— y a partir de entonces la cruz siguió curando a todos los enfermos a los
que se permitió tocarla.
Cualquier investigación —hasta la más superficial— sobre el lugar
correspondiente a la cruz en el simbolismo religioso desmiente la idea frecuente de
que el mundo cristiano era el único que la veneraba. Los primeros cristianos usaron
todos los medios posibles para ocultar el origen pagano de sus símbolos, sus doctrinas
y sus rituales y destruyeron los libros sagrados de los pueblos entre los cuales se
establecieron o los volvieron inaccesibles para los estudiosos de la filosofía
comparativa, pensando —aparentemente— que así podrían eliminar toda constancia
del origen precristiano de sus doctrinas. En algunos casos alteraron los escritos de
diversos autores antiguos, suprimieron pasajes comprometedores o intercalaron textos
que no tenían nada que ver. El pasaje supuestamente espurio de Flavio Josefo con
respecto a Jesús es uno de los ejemplos que se aducen como ejemplo de esta
tendencia.