Page 76 - Alejandro Casona
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ISABEL.
                  ¿Yo?...

                  ABUELA.
                  Los dos.

                  ISABEL.
                  ¡Abuela!...

                  ABUELA.
                  Sin desviar los ojos. ¡Contesta!

                  ISABEL.
                  No la entiendo.

                  ABUELA.
                  De sobra me entiendes, y es inútil seguir fingiendo. Comprendo que
                  es una confesión demasiado íntima, quizá dolorosa; pero no te estoy
                  hablando como una abuela a una nieta. De mujer a mujer, Isabel
                  ¿qué pasa entre Mauricio y tú?

                  ISABEL.
                  Por lo que más quiera ¿qué es lo que está sospechando?

                  ABUELA.
                  No son sospechas, hija, es la  realidad. Esta mañana, cuando
                  Genoveva subió el desayuno, tú estabas dormida en tu cuarto sola.
                  Mauricio estaba durmiendo en la  habitación de al lado. ¿Puedes
                  explicarme qué significa eso?

                  ISABEL.—(Aliviada.)
                  ¿Lo de las habitaciones?... ¿Y eso era todo? (Ríe, nerviosa.)

                  ABUELA.
                  No veo que tenga ninguna gracia;  al contrario. ¿Esa misma risa
                  nerviosa, no quiere decir nada?

                  ISABEL.
                  Nada. Es que me hablaba usted  en un tono... como si hubiera
                  descubierto algo terrible.

                  ABUELA.
                  ¿Te parece poco? Por lo pronto, un matrimonio que duerme separado
                  es una inmoralidad. Pero puede  significar algo peor: un amor
                  terminado.

                  ISABEL.
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