Page 80 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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Todo  comienza,  pues  en  el  Pelión,  con  las  bodas  de
          Peleo,  rey de  Ptía,  y Tetis,  una  Nereida,  Al  igual  que  sus
          cincuenta  hermanas,  que  llenan  con  su  presencia  bienhe­
          chora y graciosa la superficie de las aguas y las profundida­
          des  del  mar,  Tetis  es  hija  de  Nereo,  llamado  el  Viejo  del
          mar.  A su vez,  Nereo  es  hijo  de  Ponto,  la personificación
          masculina del mar, engendrado por Gea, al mismo tiempo
          que Urano,  en el origen  del universo.  Por parte de su ma­
          dre,  Dóride,  las  Nereidas  descienden  del  Océano,  el  río
          cósmico  primordial,  que  rodea  el  universo  y  lo  contiene
          dentro de la red circular de sus aguas. Tetis tal vez sea, jun­
           to  con Anfitrite,  una  de  las  Nereidas  más  representativas.
          Al  igual  que  otras  diosas  marinas,  tiene  un  increíble  don
           de metamorfosis.  Puede adoptar multitud de formas, pue­
           de convertirse en león, llama, palmera, pájaro o pez. Su ca­
           pacidad de transformación es infinita.  Diosa marina, es, al
           igual  que  el  agua,  absoluta  fluidez,  y  ninguna  forma  la
           contiene.  Siempre  puede pasar de  un aspecto  a  otro,  mo­
           dificar su propia apariencia al igual que el agua que corre a
           través de los dedos sin que se la pueda retener.  Esta diosa,
           gracias  tal vez  a  su  extrema  flexibilidad,  a  su  inaprensible
           fluidez,  representa  para  los  griegos  una  forma  de  poder
           que muy pocas divinidades han conseguido y sólo en par­
           te.  Entre  ellas,  en  especial,  Metis,  la  diosa  con  la  que  se
           casó  Zeus  en  primeras  nupcias.  Como  hemos visto,  Zeus
           no  se  limitó  a  casarse  con  Metis,  entre  otras  diosas,  sino
           que  la  convirtió  en  su  cónyuge  predilecta,  ya  que  sabía
           que,  gracias  precisamente  a sus  increíbles cualidades de li­
           gereza,  sutileza y fluidez,  si  como  resultado  de sus amores
           nacía un niño, sería algún día más taimado y poderoso in­
           cluso  que  él.  Eso  explica que,  tan  pronto  como  dejó  pre­
           ñada  a  la diosa,  se  apresuró,  mediante  diferentes  tretas,  a
           engullirla, para que no pudiera salir de su interior. El fruto
           de esa unión fue Atenea y no tuvo más hijos de Metis.


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