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convenía,  procurase  concertarlas,  y  el  concierto  que  se  hiciese  diese  por
         sentencia  en  nombre  del  Inca,  que  quedase  por  ley  inviolable,  como  pro-
         nunciada  por  el  mismo  Rey.  Cuando  el  juez  no  podía  concertar  las  partes,
         daba  relación  al  Inca  de  lo  que  había  hecho,  con  aviso  de  lo  que  convenía
         a  cada  una  de  las  partes  y  de  lo  que  ellas  dificultaban,  con  lo  cual  daba  el
         Inca  la  sentencia  hecha  ley,  y  cuando  no  le  satisfacía  la  relación  del  juez,
         mandaba  se  suspendiese  el  pleito  hasta  la  primera  vista  que  hiciese  de  aquel
         distrito,  pata  que,  habiéndolo  visto  por  sus  ojos,  lo  sentenciase  él  mismo.
         Esto  tenían  los  vasallos  por  grandísima  merced  y  favor  del  Inca.






                                    CAPITULO  XIV
                    LOS  RECURSOS  DABAN CUENTA  DE  LOS  QUE
                                NACIAN  Y  MOR/AN


         V    OLVIENDO  A  los  caporales  o  decuriones,  decimos  que,  demás  de  los
               dos  oficios  que  hacían  de  protector  y  fiscal,  tenían  cuidado  de  dar
         cuenta  a  sus  superiores,  de  grado  en  grado,  de  los  que  morían  y  nadan
         cada  mes  de  ambos  sexos,  y  por  consiguiente,  al  fin  de  cada  año,  se  la
         daba  al  Rey  de  los  que  habían  muerto  y  nacido  en  aquel  año  y  de  los  que
         habían  ido  a la  guerra  y  muerto  en  ella.  La  misma  ley+'  orden  había  en  la
         guerra,  de  los  cabos  de  escuadra,  alférez,  capitanes  y  maeses  de  campo  y  el
         general,  subiendo  de  grado  en  grado:  hacían  los  mismos  oficios  de  acusador
          y  protector  con  sus  soldados,  y  de  aquí  nacía  andar  tan  ajustados  en  la
         mayor  furia  de  la  guerra  como  en  la  tranquilidad  de  la  paz  y  en  medio  de
         la  corte.  Nunca  permitieron  saquear  los  pueblos  que  ganaban,  aunque  los
         ganasen  por  fuerza  de  armas.  Decían  los  indios  que  por  el  mucho  cuidado
         que  había  de  castigar  los  primeros  delitos,  se  excusaban  los  segundos  y  ter-
         ceros  y  los  infinitos  que  en  cada  república  se  hacían  donde  no  había  dili-
         gencia  de  arrancar  la  mala  yerba  en  asomando  a  nacer,  y  que  no  era  buen
         gobierno  ni  deseo  de  atajar  males  aguardar  que  hubiese  quejosos  para  cas-
          tigar  los  malhechores,  que  muchos  ofendidos  no  querían  quejar  por  no
         publicar  sus  infamias  y  que  aguardaban  a  vengarse  por  sus  manos,  de  lo
          cual  nacían  grandes  escándalos  en  la  república,  los  cuales  se  excusaban  con
          velar la  justicia sobre  cada  vecino  y castigar  los  delitos  de  oficio,  sin  guardar
          parte  quejosa.
              Llamaban  a  estos  decuriones  por  el  número  de  sus  decurias:  a  los  pri-
          meros  llamaban  Chunca  Camayu,  que  quiere  decir  el  que  tiene  cargo  de
          diez,  nombre  compuesto  de  chunca,  que  es  diez,  y  de  camayu,  el  que  tiene

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