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les  podía  ofender,  antes  eran  adorados  en  segundo  lugar  después  de  la
            persona  ceal,  y si  alguno, por  gran  señor  que  fuese,  enojase  algún  Inca,  era
            hacer  sacrilegio  y  ofender  la  misma  persona  real,  por  lo  cual  era  castigado
            muy  gravemente.
                Pero  también  se  puede  afirmar  que  nunca  se  vio  indio  castigado  por
            haber ofendido  en  la  persona,  honra  ni  hacienda  a  algún  Inca,  porque  no  se
            halló  tal,  porque  los  tenían  por  dioses;  como  tampoco  se  halló  haber  sido
            castigado  Inca  alguno  por  sus  delitos,  que  lo  uno  cotejan  con  lo  otro,  que
            no  quieren  confesar  los  indios  haber hecho  ofensa  a  los  Incas  lU  que  los
            Incas  tuviesen  hecho  grave  delito,  antes  se  escandalizan  de  que  se  lo  pre-
            gunten  los  españoles.  Y de  aquí  ha  nacido  entre  los  españoles  historiadores
            decir  uno  de  ellos  que  tenían  hecha  ley  que  por  ningún  crimen  muriese
            Inca  alguno.  Fuera  escándalo  para  los  indios  tal  ley,  que  dijeran  les  daban
            licencia  para  que  hicieran  cuantos  males  quisieran,  y  que  hadan  una  ley
            para  sí  y otra  para  los  otros.  Antes  lo  degraduaran  y relajaran  de  la  sangre
            real  y castigaran  con  más  severidad  y  rigor,  porque  siendo  Inca  se  habla
            hecho  Auca,  que  es  tirano,  traidor,  fementido.
                Hablando  Pedro  de  Cieza  de  León  de  la  justicia  de  los  Incas,  capítulo
            cuarenta  y  cuatro,  acerca  de  la  miücia,  dice:  "Y  si  hacían  en  la  comarca
            de  la  tierra  algunos  insultos  y  latrocinios,  eran  luego  con  gran  rigor  casti-
            gados,  mostrándose  en  esto  tan  justicieros  los  señores  Incas,  que  no  deja-
            ban  de  mandar  ejecutar  el  castigo,  aunque  fuese  en  sus  propios  hijos",  etc.
            Y  en  el  capítulo  sesenta,  hablando  de  la  misma  justicia,  dice:  "Y  por  el
            consiguiente,  si  alguno  de  los  que  con  él  iban  de  una  parte  a  otra  era
            osado  de  entrar en  las  sementeras  o  casas  de  los  indios,  aunque  el  daño  que
            hiciesen  no  fuese  mucho,  mandaba  que  fuese  muerto",  etc.  Lo  cual  dice
            aquel  autor  sin  hacer  distinción  de  Incas  a  no  Incas,  porque  sus  leyes  eran
            generales  para  todos.  Preciarse de  ser  hijos  del  Sol  era  lo  que  más  los  obli-
            gaba  a  ser  buenos,  por  aventajarse  a  los  demás,  así  en  la  bondad  como  en
            la  sangre,  para  que  creyesen  los  indios  que  lo  uno  y  lo  otro  les  venía  de
            herencia,  Y así lo creyeron,  y con  tanta certidumbre, según la opinión de ellos,
            que  cuando  algún español  hablaba  !Qando  alguna  cosa  de  las  que  los  Reyes
            o  algún  pariente  de  ellos  hubiese  hecho,  respondían  los  indios:  "No  te
            espantes,  que  eran  Incas".  Y  si  por  el  contrario  vituperaba  alguna  cosa
            mal  hecha,  decían:  "No  creas  que  Inca  alguno  hizo  tal,  y  si  la  hizo,  no
            era  Inca,  sino  algún  bastardo  echad.izo",  como  dijeron  de  Atahualpa  por  la
            traición  que  hizo  a su  hermano  Huáscar  Inca,  legítimo  heredero,  como  dire-
            mos  en su lugar  más  largamente.
                Para  cada  distrito  de  los  cuatro  en  que  dividieron  su  Imperio  tenía  el
            Inca consejos  de  guerra, de  justicia,  de  hacienda.  Estos  consejos  tenían  para
            cada  ministerio  sus  ministros,  subordinados  de  mayores  a  menores,  hasta  los
            últimos,  que  eran  los  decuriones  de  a  diez,  los  cuales  de  grado  en  grado
            daban cuenta de  todo  lo  que  en el Imperio había,  hasta llegar  a los  consejos


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