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feriares para que lo castigasen: Llamábanse Túcuy ricoc, que quiere decir
el que lo mira todo. Estos oficiales y cualesquiera otros que tocaban al go-
bierno de la república o al ministerio de la hacienda real o cualquiera otro
ministerio, todos eran subordinados de mayores a menores porque nadie
se descuidase de su oficio. Cualquiera juez o gobernador u otro ministro
inferior que se hallase no haber guardado justicia en su judicatura o que
hubiese hecho cualquiera otro delito, era castigado más rigurosamente que
cualquiera otro común en igual delito, y tanto más rigurosamente cuanto
más superior era su ministerio, porque decían que no se podía sufrir que el
que había sido escogido para hacer justicia hiciese maldad, ni que hiciese
delitos el que estaba puesto para castigarlos, que era ofender al Sol y al
Inca que le había elegido para que fuese mejor que todos sus súbditos.
CAPITULO XV
NIEGAN LOS INDIOS HABER HECHO DELITO
NINGUN INCA DE LA SANGRE REAL
N o SE halla, o ellos lo niegan, que hayan castigado ninguno de los Incas
de la sangre real, a lo menos en público: decían los indios que nunca
hicieron delito que mereciese castigo público ni ejemplar, porque la doctrina
de sus padres y el ejemplo de sus mayores y la voz común que eran hijos
del Sol, nacidos para enseñar y hacer bien a los demás, los tenían tan refre-
nados y ajustados, que más eran dechado de la república que escándalo de
ella; decían con esto que también les faltaban las ocasiones que suelen
ser causa de delitos, como pasión de mujeres o codicia de hacienda o deseo
de venganza, porque si deseaban mujeres hermosas les era lícito tener todas
las que quisiesen, y cualquiera moza hermosa que apeteciesen y enviasen a
pedirla a su padÍe sabía el Inca que no solamente no se la había de negar,
mas que se la habían de dar con grandísimo hacimiento de gradas de que
hubiese querido abajarse a tomada por manceba o criada. Lo mismo era en
la hacienda, que nunca tuvieron falta de ella para tomar la ajena ni dejarse
cohechar por necesidad, porque dondequiera que se hallaban, con cargo de
gobierno o sin él, tenían a su mandar toda la hacienda del Sol y del Inca
como gobernadores de ellos. Y si no lo eran, estaban obligados los goberna-
dores y las justicias a darle de la una o de la otra todo lo que habían menes-
ter, porque decían que, por ser hijos del Sol y hermanos del Inca, tenían en
aquella hacienda la parte que hubiesen menester. También les faltaba oca-
sión para matar o herir a nadie por vía de venganza o enojo, porque nadie
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