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provincia llamada Hurin Pacasa, y redujesen los indios que por allí hallasen.
El general y sus capitanes fueron como se les mandó, y, con próspera fortuna,
redujeron los naturales que hallaron en espacio de veinte leguas que hay
hasta 1a falda de la cordillera y Sierra Nevada que divide la costa de la sie•
rra. Los indios fueron fáciles de reducir, porque eran behetrías y gente suel·
ta, sin orden, ley ni policía; vivían a semejanza de bestias, gobernaban los
que más podían con tiranía y soberbia; y por estas causas fueron fáciles de
sujetar, y los más de ellos como gente simple, vinieron de suyo a la fama
de las maravillas que se contaban de los Incas, hijos del Sol.
Tardaron en esta reducción casi tres años, porque se gastaba más tiem•
po en doctrinarlos, según eran brutos, que en sujetarlos, Acabada la conquista
y dejados los ministros necesarios para el gobierno y los capitanes y gente
de guerra para presidio y defensa de lo que se había conquistado, se voÍvió
el general y sus cuatro capitanes a dar cuenta al Inca de lo que dejaban
hecho. El cual, entre tanto que duró aquella conquista, se había ocupado en
visitar su reino, procurando ilustrarle de todas maneras con aumentar las
tierras de labor: mandó sacar nuevas acequias y hacer edificios necesarios
para el provecho de los indios, como depósito, puentes y caminos, para que
las provincias se comunicasen unas con otras. Llegado el general y los capi·
tanes ante el Inca, fueron muy bien recibidos y gratificados de sus trabajos,
y con ellos se volvió a su corte con propósito de cesar de las conquistas,
porque le pareció haber ensanchado harto su Imperiq, que norte sur ganó
más de cuarenta ieguas de tierra y leste hueste más de veinte hasta el pie de
la sierra y cordillera nevada que divide los llanos de la sierra: estos dos
nombres son impuestos por los españoles,
En el Cuzco fue recibido con grande alegría de toda la ciudad, que, por
su afable condición, mansedumbre y liberalidad, era amado en extremo. Gas-
tó lo que le quedó de la vida en quietud y reposo, ocupado en el beneficio
de sus vasallos, haciendo justicia. Envió dos veces a visitar el reino al prín-
cipe heredero llamado Maita Cápac, acompañado de hombres viejos y expe-
rimentados, para que conociese los vasallos y se ejercitase en el gobierno de
ellos. Cuando se sintió cercano a la muerte, llamó a sus hijos, y entre ellos
al príncipe heredero, y en lugar de testamento les encomendó el beneficio
de los vasallos, la guarda de las, leyes y ordenanzas que sus pasados, por
orden de su Dios y padre el Sol, les había dejado, y que en todo les man-
daba hiciesen como hijos del Sol. A los capitanes Incas y a los demás cura-
cas, que eran señores de vasallos, encomendó el cuidado de los pobres, la
obediencia de su Rey. A lo último les dijo que se quedasen en paz, que su
padre el Sol le llamaba para que descansase de los trabajos pasados. Dichas
estas cosas y otras semejantes, murió el Inca Llague Yupanqui. Dejó muchos
hijos e hijas de las concubinas, aunque de su mujer legítima, que se llamó
Mama Cana, no dejó hijo varón más de al príncipe heredero Maita Cápac y
dos o tres hijas, Fue llorado Lloque Yupanqui en todo su reino con gran
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