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y  llegaban  hasta  entrarse  por  los  reales  del  Inca.  En  estas  escaramuzas  y
            reencuentros  siempre  llevaban  los  cercados  lo  peor.
                El  Inca,  porque  las  demás  naciones  no  tomasen  el  mal  ejemplo  y  se
            desvergonzasen  a  tomar  las  armas,  quiso  castigar  aquellos  pertinaces.  Envió
            por más  gente,  más  para  mostrar su  poder  que  por necesidad  que  tuviese  de
            ella,  y entre tanto  apretó  a los  enemigos por  todas  partes,  que  no  los  dejaban
            salir  por  cosa  alguna  que  hubiesen  menester,  de  que  ellos  se  afligieron
            mucho,  y mucho  más  de que  les  iba faltando la comida.  Tentaron  la  ventura
            a ver  si la hallaban  en  sus  brazos;  pelearon  un  día  ferocísimamente.  Los  del
            Inca  resistieron  con  mucho  valor;  hubo  muchos  muertos  y  heridos  de  am-
            bas  partes.  Los  de  Ayauiri  escaparon  tan  mal  parados  de  esta  batalla,  que
            no  osaron  salir  más  a  pelear.  Los  Incas  no  quisieron  degollarlos,  que  bien
            pudieran;  empero, con  el  cerco  los  apretaron  por  que  se  rindiesen  de  suyo.
            Entre  tanto  llegó  la  gente  que  el  Inca  había  pedido,  con  la  cual  acabaron
            de  desmayar  los enemigos  y tuvieron por bien de  rendirse.  El Inca los  recibió
            a  discreción,  sin  partido  alguno,  y,  después  de  haberles  mandado  dar  una
            grave  reprensión  de  que  hubiesen  desacatado  al  hijo  del  Sol,  los  perdonó,
            y mandó  que los  tratasen  bien,  sin  atender  a la  pertinacia  que  habían  tenido.
            Y  dejando  ministros  que  los  doctrinasen  y  mirasen  por  la  hacienda  que  se
            había  de  aplicar  para  el Sol  y para  el  Inca,  pasó  adelante  al  pueblo  que  hoy
            llaman  Pucara, que es  fortaleza,  la  cual  mandó  hacer  para  defensa y .frontera
            de  lo  que  había  ganado,  y  también  porque  se  defendió  este  pueblo  y  fue
            menester  ganarlo  a  fuerza  de  armas,  por lo  cual  hizo  la  fortaleza,  porque  el
            sitio  era  dispuesto  para  ella,  donde  dejó  buena  guarnición  de  gente.  Hecho
            esto se fue  al Cuzco,  donde  fue  recibido  con  gran  fiesta  y regocijo.






                                       CAPITULO  XIX

                  LA  CONQUISTA  DE  HATUN  COLLA  Y  LOS  BLASONES
                                     DE  LOS  COLLAS



                ASADOS  ALGUNOS  años,  aunque  pocos,  volvió  el  Inca  Lloque  Yupanqui
            P a  la  conquista  y reducción  de  los  indios,  que  estos  Incas,  como  desde
            sus  principios  hubiesen  echado  fama  que  el  Sol  los  babia  enviado  a  la  tierra
            para  que  sacasen  los  hombres  de  la  vida  ferina  que  tenían  y  les  enseñasen
            la  política,  sustentando  esta  opinión  tomaron  por  principal  blasón  el  redu-
            cir  los  indios  a  su  Imperio,  encubriendo  su  ambición  con  decir  que  lo  man-
            daba  el  Sol.  Con  este achaque  mandó el  Inca aprestar ocho o  nueve  mil  hom-
            bres  de  guerra,  y,  habiendo  elegido  consejeros  y  oficiales  para  el  ejército,

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