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por ser tan principal, la dieron al Emperador en el repartl.tlllento que los
españoles hicieron de aquella tierra, a la cual y a -sus pueblos comarcanos
envi6 los requerimientos acostumbrados, que adorasen y tuviesen por Dios
al Sol. Los de Chucuitu, aunque eran poderosos y sus pasados habían suje-
tado algunos pueblos de su comarca, no quisieron resistir al Inca; antes res-
pondieron que le obedecían con todo amor y voluntad, porque era hijo del
Sol, de cuya clemencia y mansedumbre estaban aficionados, y querían ser
sus vasallos por gozar de sus beneficios.
El Inca los recibió con la afabilidad acostumbrada y les hizo mercedes
y regalos con dádivas que entre los indios se estimaban en mucho y, viendo
el buen suceso que en su conquista había tenido, envi6 los mismos requeri-
mientos a los demás pueblos comarcanos, hasta el desaguadero de la gran
laguna Titicaca, los cuales todos, con el ejemplo de Hatun Colla y de Chu-
cuitu, obedecieron llanamente al Inca, que los más principales fueron Hillaui,
Chulli, Pumata, Cípita, y no contamos en particular lo que hubo en cada
pueblo de demandas y respuestas porque todas fueron a semejanza de lo que
hasta aquí se ha dicho, y por no repetirlo tantas veces lo decimos en suma.
También quieren decir que tardó el Inca muchos años en conquistar y su-
jetar estos pueblos, mas en la manera del ganarlos no difieren nada, y así va
poco o nada hacer caso de lo que no importa.
Habiendo pacificado aquellos pueblos, despidió su ejército, dejando con-
sigo la gente de guarda necesaria para su persona y los ministros para la en-
señanza de los indios. Quiso asistir personalmente a todas estas cosas, as!
por darles calor como por favorecer aquellos pueblos y provincias con su
presencia, que eran principales y de importancia para lo de adelante. Los
curacas y todos sus vasallos se favorecieron de que el Inca quisiese pasar
entre ellos un invierno, que para los indios era el mayor favor que se les
podía hacer, y el Inca los trató con mucha afabilidad y caricias, inventando
cada día nuevos favores y reglas, porque veía por experiencia (sin la doctrina
de sus pasados) cuánto importaba la mansedumbre y el beneficio y el hacerse
querer para atraer los extraños a su obediencia y servicio. Los indios pre-
gonaban por todas partes las excelencias de su Príncipe, diciendo que era
verdadero hijo del Sol.
Entre tanto que el Inca estaba en el Callao, mandó apercibir para el
verano siguiente diez mil hombres de guerra. Venido el tiempo y recogida
la gente, eligió cuatro maeses de campo; y por general envi6 un hermano
suyo, que no saben decir los indios c6mo se llamaba, al cual mand6, que con
parecer y consejo de aquellos capitanes, procediese en la conquista que le
mandaba hacer, y a todos cinco dio orden y expreso mandato que en ningu-
na manera llegasen a rompimiento de batalla con los indios que no quisie-
sen reducirse por bien, sino que, a imitaci6n de sus pasados, los atrajesen
por caricias y beneficios, mostrándose en todo padres piadosos antes que
capitanes belicosos. Mand6les que fuesen al poniente de donde estaban, a la
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