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y en su simplicidad antigua la adoraban sus comarcanos por su emmencia
y hermosura, que es admirabilísima. Pasando el despoblado, entró en la pro-
vincia llamada Aruni; de allí pasó a otra que dicen Collahua, que lle-
ga hasta el valle de Arequipa, que según el Padre Bias Valera quiere decir
trompeta sonora.
Todas estas naciones y provincias redujo el Inca Maita Cápac a su Im-
perio con mucha facilidad de su parte y mucha suavidad de parte de los súb-
ditos. Porque, como hubiesen oído las hazañas que los Incas hicieron en los
malos pasos y asperezas de la sierra de Allca, creyendo que eran invencibles
e hijos del Sol, holgaron de ser vasallos. En cada provincia de aquéllas paró
el Inca el tiempo que fue menester para dar asiento y orden en lo que con-
venía al buen gobierno y quietud de ella. Halló el valle de Arequipa sin
habitadores, y, considerando la fertilidad del sitio, la templanza del aire,
acordó pasar muchos indios de los que había conquistado para poblar aquel
valle. Y dándoles a entender la comodidad del sitio, el provecho que se les
seguiría de habitar y gozar aquella tierra, no solamente a los que la poblasen,
sino también a los de su nación, porque en todos ellos redundaría el aprovecha-
miento de aquel valle, sacó más de tres mil casas y rnn ellos fundó cuatro o
cinco pueblos. A uno de ellos llaman Chimpa y a otro Sucahuaya, y dejando
en ellos los gobernadores y los demás ministrns necesarios, se volvió al Cuz-
co, habiendo gastado en esta segunda conquista tres años, en los cuales redujo
a su Imperio, en el distdto llamado Cuntisuyu, casi noventa leguas de largo
y diez y doce de ancho por unas partes y quince por otras. Toda esta tierra
estaba contigua a la que tenía ganada y sujeta a su Imperio.
En el Cuzco fue recibido el Inca con grandísima solemnidad de fiestas
y regocijos, bailes y cantares compuestos en loor de sus hazañas. El Inca,
habiendo regalado a sus capitanes y soldados con favores y mercedes, des-
pidi6 su ejército, y, pareciéndole que por 1:ntonces bastaba lo que había con"
quistado, quiso descansar de los trabajos pasados y ocuparse en sus leyes y
ordenanzas para el buen gobierno de su reino, con particular cuidado y aten-
ción del beneficio de los pobres y huérfanos, en lo cual gastó lo que de la
vida le quedaba, que, como a los pasados, le dan treinta años de reinado,
poco más o menos, que de cierto no se sabe los que reinó ni los años que
vivió ni yo pude haber más de sus hechos. Falleció lleno de trofeos y hazañas
que en paz y en guerra hizo. Fue llorado y lamentado un año, según la cos-
tumbre de los Incas; fue muy amado y querido de sus vasallos. Dejó por su
universal heredero a Cápac Yupanqui, su hijo primogénito y de su hermana
y mujer Mama Cuca. Sin el príncipe, dejó otros hijos e hijas, así de los que
llamaban legítimos en sangre como de los no legítimos.
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