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estas  dos  cosas,  que  fueron  las  principales,  sin  otras  que  en  ellos  vieron  los
           indios,  los  tuvieron por hijos  del  Sol  y  se  rindieron  con  tan  poca  resistencia
           como  hicieron,  y  después  acá  también  han  mostrado  y  muestran  la  misma
           admiración  y  reconocimiento  cada  vez  que  los  españoles  sacan  alguna  cosa
           nueva  que  ellos  no  han  visto,  como  ver  molinos  para  moler  trigo,  y  arar
           bueyes,  hacer  arcos  de  bóveda  de  cantería  en  las  puentes  que  han hecho  en
           los  ríos,  que  les  parece  que  todo  aquel  gran  peso  está  en  el  aire;  por  las
           cuales  cosas  y  otras  que  cada  día  ven,  dicen  que  merecen  los  españoles  que
           los  indios  los  sirvan.  Pues  como  en  tiempo  del  Inca  Maita  Cápac  era  aún
           mayor  esta  simplicidad,  recibíeron  aquellos  indios  tanta  admiración  de  la
           obra  de  la  puente  que  sola  ella  fue  parte  para  que  muchas  provincias  de
           aquella  comarca  recibiesen  al  Inca  sin  contradicción  alguna,  y  una  de  ellas
           fue  la que  llaman  Chumpiuilka,  que  está  en el  distrito  de  Contisuyu,  la  cual
           tiene  veinte  leguas  de  largo  y  más  de  diez  de  ancho:  recibiéronle  por  señor
           muy  de  su  grado,  así  por  la  fama  de  hijo  del  Sol  como  por  la  maravilla  de
           la. obra nueva  que  les  parecía  que  semejantes  cosas  no  las  podían  hacer  sino
           hombres  venidos  del  cielo.  Sólo  en  un  pueblo  llamado  Uillilli  halló  alguna
           resistencia,  donde  los  naturales,  habiendo  hecho  fuera  del  pueblo  un  fuerte,
           se  metieron  dentro.  El  Inca  los  mandó  cercar  por  todas  partes  para  que  no
           se  fuese  indio  alguno,  y  por  otra  parte  les  convidó  con  su  acostumbrada
           clemencia  y piedad.
               Los  del  fuerte,  habiendo  estado  pocos  días,  que  no  pasaron  de  doce  o
           trece,  se  rindieron,  y  el  Inca  los  perdonó  llanamente,  y,  dejando  aquella
           provincia  pacífica,  atravesó  el  despoblado  de  Contisuyu,  que  tiene  diez  y
           seis  leguas  de  travesía;  halló  una  mala  ciénaga  de  tres  leguas  de  ancho  que
           a una  mano  y  a otra  corre  mucha  tierra  a la  larga,  que  impedía  el  paso  del
           ejército.
               El  Inca  mandó  hacer  en  ella  una  calzada,  la  cual  se  hizo  de  piedras
           grandes  y chicas,  entre  las  cuales  echaban  por  mezcla  céspedes  de  tierra.  El
           mismo  Inca  trabajaba  en  la  obra,  así  en  dar la  industria  como  en  ayudar  a
           levantar  las  piedras  grandes  que  en  el  edificio  se  ponían.  Con  este  ejemplo
           pusieron  tanta  diligencia  los  suyos,  que  en  pocos  días  acabaron  la  calzada,
           con  ser  de seis  varas  en  ancho  y  dos  de  alto.  Esta  calzada  han  tenido  y  tie-
           nen  hoy  en  gran  veneración  los  indios  de  aquella  comarca,  así  porque  el
           mismo  Inca  trabajó  en  la  obra  como  por  el  provecho  que  sienten  de  pasar
           pór  ella,  porque ahorran  mucho  camino  y  trabajo  que  antes  tenían  para  des-
           cabezar  la  ciénega  por  la  una  parte  o  por  la  otra.  Y  por  esta  causa  tienen
           grandísimo  cuidado  de  repararla,  que  apenas  se  ha  caído  una  piedra  cuando
           la  vuelven  a  poner.  Tienénla  repartida  por  sus  distritos,  para  que  cada  na-
           ción  tenga  cuidado  de  reparar  su  parte,  y  a  porfía  unos  de  otros  la  tienen,
           como  si  hoy  se  acabara,  y en  cualquiera obra  pública había  el  mismo  reparti-
           miento,  por  linajes  si  la obra era  pequeña o por  pueblos  si  era  mayor  o  por
           provincias  si  era  muy  grande,  como  lo  son  las  puentes,  pósitos,  casas  reales


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