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CAPITULO V
EL SERVICIO Y ORNAMENTO DE LAS ESCOGIDAS
Y QUE NO LAS DABAN POR MUJERES A NADIE
AS QUE se dedicaban para el Rey presente, muerto él se llamaban madres
L del sucesor, y entonces les daban el nombre Mamacuna con más pro-
piedad, porque ya eran madres, y éstas doctrinaban y guardaban las que
entraban para concubinas del nuevo Inca, como suegras o nueras. Tenía cada
convento de éstos su gobernador, el cual había de ser Inca; tenía mayordo-
mo y despensero y los demás oficios necesarios para el servido de las mu-
jeres del Rey, que, aunque concubinas las llamaban mujeres por la hoÓes-
tidad del nombre. En todas las casas de las doncellas escogidas para el Inca,
la vajilla y los demás vasos de servicio eran de plata y oro, como los había
en la casa de las mujeres del Sol y en su famoso templo, y como los hubo
(según diremos) en las casas reales; que, hablando en suma, se puede afir-
mar que toda la riqueza de oro y plata y piedras preciosas que en aquel gran-
de imperio se sacaba no se empleaba en otra casa sino en el adorno y ser-
vido de los templos del Sol, que eran muchos, y de las casas de las vírgenes,
que por consiguiente eran otras tantas, y en la suntuosidad y majestad de
las casas reales que fueron muchas más. Lo que se gastaba en el servicio
de los señores de vasallos era poco o nada, porque no era más de para los
vasos de beber, y ésos eran limitados por su cuenta y número conforme al
privilegio que el Inca les daba para ellos; otro poco se empleaba en los
vestidos y arreos con que celebraban sus fiestas principales.
Decir que de estas casas de las escogidas sacaban doncellas para dár-
selas por mujeres a los señores de vasallos y a los capitanes famosos y a otros
beneméritos del Inca, y que él mismo se las daba por mujeres, es engaño
que hicieron al autor por falsa relaci6n que le dieron. Porque, dedicadas una
vez para mujer del Inca y admitidas en aquella profesi6n, no era lícito ba-
jarlas de aquel estado ni se permitía que, siendo mujer de un particular, di-
jesen: "Esta fue mujer del Inca". Porque era profanar lo sagrado, que se-
cundariamente, después del Sol, se tenía por sagrado lo que se dedicaba
para el Inca, particularmente las mujeres, por la mayor unión que hay con
ellas, ni se sufría permitir el agravio que a ellas se les hada en bajarlas de
mujeres del Inca a mujeres de un particular, que aun en cosas de muy poca
importancia nunca permitieron agraviar a nadie, cuanto más en la de tanta
grandeza, que tenían en más ser esclavas del Inca que ser mujeres de seño-
res vasallos; que por ser esclavas del Inca (digámoslo así, aunque no las
tuvieron ni supieron qué cosa era ser esclavo) las veneraban como a cosa
sagrada, por ser del Inca, y por mujeres de señores de vasallos no eran
estimadas más que las otras comunes en comparaci6n de las cosas del Inca.
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