Page 73 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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Los súbditos, lo repito una vez más, no obedecen ciegamente sino a una
                  mano firme,    completamente      independiente de ellos en la que ven una espada
                  para defenderlos y una defensa contra las calamidades sociales. ¿Qué necesidad
                  tienen los súbditos de ver en su soberano un alma angelical? Lo que importa que
                  vean en él es la personificación de la fuerza y del poder: el soberano que sustituya a
                  los Gobiernos actuales que han venido arrastrando su existencia en medio de
                  sociedades desmoralizadas por nosotros y que han renegado incluso del mismo
                  poder de Dios.


                         Por todos lados se levanta el fuego de la anarquía; este soberano, antes que
                  nada, tendrá que extinguir esta llama devoradora. He aquí la razón que le obligará a
                  condenar a muerte esas sociedades: tendrá que ahogarlas en sangre para hacerlas
                  luego resucitar bajo la forma de un ejército bien organizado que sepa luchar y
                  combatir conscientemente contra toda infección que pudiera invadir el organismo
                  del Estado.

                         Este elegido de Dios es nombrado de lo alto para sujetar las fuerzas locas y
                  desatinadas movidas por el instinto, no por la razón, por la bestialidad y no por la
                  parte noble de la humanidad. Esas fuerzas triunfan ahora, roban, cometen toda
                  clase de atentados, toda suerte de violencias, bajo el pretexto de la libertad y de los
                  derechos. Ellas han destruido todo orden en la sociedad para levantar sobre estas
                  ruinas el trono del rey de Israel; pero su papel terminará en el momento en que ese
                  rey ascienda a su trono.

                         Entonces hay que alejarlas de su camino en el que no debe quedar el menor
                  obstáculo. Entonces podremos decir a los pueblos: Dad gracias a Dios y postraos
                  ante el que lleva en su frente el sello de la predestinación hacia la que Dios mismo
                  ha guiado su estrella para que nadie, excepto ese predestinado, pueda libraros de
                  todas las fuerzas y de todos los males.























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