Page 71 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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PROTOCOLO XXII.



                         El secreto del porvenir.-El mal secular base del bien futuro.- La aureola del
                  poder y su adoración mística.



                         Con todo lo que hasta hoy llevo expuesto me he esforzado para mostraros el
                  secreto de los acontecimientos pasados y presentes: ellos anuncian un porvenir
                  próximo ya a realizarse. Os mostré el secreto de nuestras relaciones con los Gentiles
                  y el de nuestras operaciones financieras. Poco queda que decir sobre este particular.

                         Tenemos en nuestras manos la más grande fuerza moderna: el oro; podemos
                  en dos días retirar nuestros depósitos en la proporción y cantidad que sea de
                  nuestro agrado. ¿Será, pues, necesario todavía demostrar que nuestro gobierno
                  está predestinado por Dios? Lo que no podremos probar por medio de esta enorme
                  riqueza es que todo el mal que nos hemos visto obligados a causar durante tantos
                  siglos ha servido finalmente al verdadero bien, a poner todo en orden... ¡He aquí la
                  confusión de nociones de bien y de mal! El orden se restablecerá, en parte, por
                  medio de la violencia, pero se restablecerá al fin. Sabemos probar que somos
                  bienhechores de la humanidad; nosotros que hemos hecho al mundo torturado el
                  verdadero bien de darle la libertad al individuo, que podrá gozar de descanso; la
                  paz, la dignidad en las relaciones, a condición, entiéndase bien, de observar las leyes
                  establecidas por nosotros. Explicaremos de paso que la libertad no es el libertinaje
                  ni el derecho a la licencia; ni tampoco consiste la dignidad ni la fuerza, en el derecho
                  de cada uno a proclamar principios subversivos y destructores, como el derecho de
                  libertad de conciencia, de igualdad y otros semejantes, ni en modo alguno tampoco
                  el derecho del individuo consiste en excitarse a sí mismo o excitar a otros haciendo
                  alarde de talentos oratorios en asambleas tumultuosas. La verdadera libertad
                  consiste en la inviolabilidad de la persona que observa honrada y exactamente
                  todas las leyes de la vida en común; la dignidad en la conciencia de sus derechos y
                  juntamente   de  sus  deberes  y  de  los  derechos  de  que  carece,  y  no  sólo  en  el
                  desarrollo ilusorio y fantástico del tema de su YO.

                         Nuestro poder será glorioso porque será pujante; porque gobernará y
                  dirigirá y no irá remolcado, por decirlo así, por líderes y oradores de los que a gritos
                  lanzan palabras huecas y carentes de sentido que enfáticamente llaman grandes
                  principios, y que no son otra cosa en realidad sino utopías. Nuestro poder será el
                  árbitro  del  orden,  que  es  el  único  que  hace  la  felicidad  de  los  pueblos,  y  de  los
                  hombres.










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