Page 149 - Egipto Tomo 1
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con cuerpo de león y cabeza de hombre: el rostro de tales imágenes &e modelaba tegun
los lincamientos de su rostro, de suerte que pueden considerarse \erdadei os ietiatos.
Cuando visité Tanis, las más bellas de esas «esfinges hyksos» habían sido ya trasladadas
al Cairo: pero todavía se veian algunas medio enterradas en la arena. ¡Cuánto se parecían
junto á las orillas del lago Menzaleh!
á las gentes que habia visto en San y
Los Hyksos continuaron durante más de cuatro siglos en posesión del poder. El odio
de los vencidos, difamando su memoria, los pintaba como detestables bandidos, y difícil-
mente les perdonó el haber colocado al lado de los antiguos dioses á su Baal, que decoraron
con el nombre de Seth—Tyfon, divinidad egipcia, que después de haber sido adorada como
rechazada como
dios de la guerra y de los países extranjeros, acabó por ser perseguida y
contradicciones que se experimentan en la vida de la natura-
fautor de todas las calamidades y
leza y del hombre. La religión egipcia no conocia la existencia del mal absoluto en oposición
al bien: el mal no es más que un estado transitorio que conduce al bien futuro, del mismo
modo que la muerte no es más que el umbral de la puerta que conduce á la vida ver-
dadera, es decir la eterna. Seth recibía en las ciudades de los hyksos las demostraciones
del más profundo respeto: su nombre fue otorgado no sólo á los reyes sino también á
diferentes porciones del territorio, que reunidas constituyeron el nomo Sethroico, que
confinaba por la parte de oriente con el nomo tanítico.
En tanto que los Hyksos dominaban en el Norte del valle del Nilo, la antigua dinastía
continuaba reinando en el Egipto superior. Un manuscrito sobre papiro nos revela que
una insignificante disputa suscitada sobre la posesión de un pozo, existente en el desierto,
dió pretexto á los faraones para levantarse contra los invasores asiáticos, con cuyo motivo
comenzó una guerra de reconquista que duró muchos años y terminó con la toma de
Avaris á la cual se puso sitio. Todavía pueden verse en Tell-el-Her las huellas del cam-
pamento fortificado de los hyksos, y en Tanis los suntuosos edificios construidos por sus
reyes. Además en los habitantes de la región Nordeste de la Delta pueden reconocerse
hov mismo los rasgos característicos de sus remotos antepasados.
Los egipcios vencedores forzaron á emigrar al grueso de la población de los hyksos,
de la cual una parte ganó por tierra el Asia; otra por mar se dirigió á las islas del
mar de Karpatos, quedando únicamente en la Delta la que profesaba las artes de la paz.
El pueblo egipcio habia robustecido sus fuerzas en las guerras prolongadas que sostuvo
contra el extranjero; y así vemos á los faraones de la dinastía XVIII, que residían en
Tébas, llevar hasta el Eufrátes sus armas vencedoras, y henchir con las riquezas arre-
batadas al Asia los tesoros de la ciudad de Ammon. En cuanto á los hebreos pudieron
continuar, sin que se les inquietara, apacentando sus rebaños en las fértiles llanuras de
Gosen que les concediera un faraón agradecido. No hay quien ignore la tierna historia
de José, ministro del rey de Egipto, y el pasaje de la Biblia relativo al aumento de la
familia de Jacob, que llegó al extremo de constituir un verdadero pueblo. Al pre-
sente nos hallamos en el teatro en que tuvieron lugar los acontecimientos que