Page 145 - Egipto Tomo 1
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GOSEN
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                 luminosas contempla el viajero acampado en  el desierto, son  las  trazas inflamadas que
                                              precipitados á la tierra.
                 revelan haber sido  los mismos rechazados y
                                 el desierto en las horas solemnes de la oración, hiere el oido un
                   A veces,  al atravesar
                            prolongado: el ojo más experto no descubre objeto alguno, y sin embargo
                 grito penetrante y
                 el son se hace por instantes más agudo. Entonces se apodera del viajero un débil temor;
                                                          contempla rodeado de sus
                 gana á toda prisa  el cercano cerro que le oculta el horizonte, y
                 reses el solitario pastor que con toda la fuerza de sus pulmones lanza al viento su plegaria.
                                      depondrán en su favor el dia del tremendo juicio. Encara-
                 Los espíritus percibirán su voz y
                                                          acompañados por bandadas
                 mados en sus camellos, rebujados en sus blancos albornoces, y
                                                                 silenciosos á la
                 de avestruces, quien contemplara á esos viajeros árabes avanzar mudos y
                 hora del crepúsculo á  lo largo de los callados senderos  del  desierto, tomáralos sin gran
                 esfuerzo por una procesión de espectros.
                                        la parte terrorífica del desierto; mas justo es confesar
                   Tal es,  si así podemos decirlo,
                 que tiene también sus encantos, que describiremos más adelante. Aquí la travesía en medio
                 de la soledad es de breve duración  , y áun así no es cosa fuera de uso encontrarse con otras
                                           tres veces pasamos delante de campamentos de
                 personas. Por  lo que  á nosotros toca,
                                                                     pequeño»
                 beduinos que, descansando bajo sus achatadas tiendas, vigilaban sus camello» y
                 rebaños de ganado sumamente flaco. Poco antes de ponerse el sol ganamos la estrecha faja
                  de tierra fértil que flanquea el antiguo brazo tanítico del Nilo, que en la época de los faraones
                  regaba la parte más considerable de Gosen con mayor abundancia que en el dia. Ho} lle\a
                                       canal de San-el-Ager. Del lado allá del agua se levantan
                  los nombres de canal Mo-’ezz y
                  las cabañas de pescadores de  la aldea de San; pero por más que llamamos no se presentó
                                    al lado opuesto. Un pescador de una aldea \ecina que se me
                  alma viviente para guiarnos
                                                                en ménos tiempo
                  uniera en el camino, propúsome conducirme al través de los pantanos, y
                                                                         me
                  del que se necesita para decirlo, desnudóse su luenga túnica  de  fellah, agachóse y
                  invitó á subir sobre su recia espalda. Yo vacilé, pues sentíame dominado por un terror
                  inexplicable: parecíame que una de las esfinges de los hyksos de San, con las cuales no
                  tardaremos en trabar conocimiento, hubiese resucitado sólo para que sobre ella me enea
                  ramara. ¡Cuántas generaciones se han ido trasmitiendo en herencia esos pómulos abultados,
                  esos labios prominentes, esa robusta musculatura, esas formas pronunciada», que tanto
                                                               esbeltez! Y tengase
                  difieren del tipo nacional egipcio que se distingue por su elegancia y
                  en cuenta que no soy único en haber encontrado por centenares individuos cuyo aspecto
                  ha producido idéntica impresión: Mr. Mariette,  el célebre arqueólogo que bajo los auspicios
                                                    puesto al alcance del estudio»o tantos
                  del jetife ha sacado de la arena, y  devuelto á la luz y
                  monumentos egipcios, entre otros los de Tanis, experimentó idéntica sorpresa.
                    No tengo pues para que decir que el descendiente de  los hyksos me paso sobre su»
                                                            palafrenero siguieion »u»
                  robustas espaldas al lado opuesto de las aguas, que mi criado y
                                                    del diestro los caballos, que ganamos
                  huellas, llevando las  sillas de montar en la cabeza, y
                  la orilla opuesta, en seco de medio cuerpo arriba; pero chorreando agua por la paite infeiioi  ,
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