Page 143 - Egipto Tomo 1
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                Al presente puede llegarse á Fakus por  el camino de hierro: en otra ocasión hicimos
              el viaje á caballo, y de este modo recorrimos las tierras cultivadas y las regiones desiertas-
              de la Delta, habiendo encontrado hospitalaria acogida en casa de los empleados egipcios,
                                                     entre los ricos propietarios
              lo mismo que entre  los comerciantes de algodón griegos, y
              rurales. Jamás olvidaremos la noche que pasamos en las cercanías de Fakus con un ingles
              joven, que después de haber cuidado de la instalación de las máquinas de "vapor de que
                                                  arreglar  el algodón, permanece
              se sirven en  la propiedad de un bey para despepitar y
                                            atender á la reparación de los desperfectos.
              al frente de ella, para dirigir las operaciones y
              Dos años  hacia que  el  entendido  ingeniero  residía en  el
              Egipto, donde  le había acompañado .su joven y  encantadora
                                       dirigiendo la esplota-
              esposa, cuidando de las plantaciones y
              cion agrícola industrial del acaudalado turco. Imposible imagi-
              nar vida más solitaria que  la de este matrimonio sin hijos.
              Ambos esposos habían renunciado á los goces presentes, con
              el propósito de asegurarse los medios indispensables para dis-
              frutar en lo porvenir, en su patria, una vida independiente.
              Ante sus ojos tenían constantemente un solo objeto, una cifra:
              en cuanto alcanzaran la cantidad que la misma representara,
              abandonarían los inmensos plantíos que con abrumadora mono-
              tonía les rodeaban hasta perderse de vista; pero no antes. Para
              la realización de semejante resultado, habíanse impuesto mil
              privaciones. En los anchurosos aposentos, pobremente amue-
              blados, de su habitación, no  se veia  el adorno más insigni-
              ficante: jamás se vio una gota de vino en las copas que  les
              pertenecían: nunca cedieron á la perspectiva de los encantos
              que podía ofrecerles un viaje al Cairo ó á Alejandría; y  sólo
              les mantenía unidos con el mundo un periódico inglés y un fajo
              de cartas semi-destrozadas á fuerza de leídas. Yo las vi esparci-
              das sobre el costurero de la dulce joven, cuyo contacto, cual el
              de un réprobo, evitaban las mujeres árabes del villorrio, porque dejaba expuesta á las mira-
              das de los hombres su lindo talle y su rostro encantador. «Dos anos hace, me dijo, que no he
              »hablado con una europea: no entiendo á las mujeres árabes y ellas me desprecian con toda
                                                    pasamos la mitad de  la noche
              »su alma.» Traía conmigo algunas botellas de vino tinto; y
                      comunicándoles yo diferentes nuevas del mundo; y al otro dia nos despedimos
              hablando y
              como verdaderos hermanos, en el momento de montar mi soberbio alazan para dirigirme
              á través de Gosen hasta Zoan, hoy San, la ciudad en la cual realizó Moisés sus portentos
              en presencia del Faraón.
                Durante la primera parte del camino atravesamos extensas tierras de labor, perfecta-
              mente cultivadas, v cruzadas en todas direcciones por canales de riego, que se diferenciaban
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