Page 190 - Egipto Tomo 1
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MEMPHI3. LAS PIRAMIDES
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expresados con verdad que tiene más de realista que de artística, sino que son verdaderos
retratos. En cuanto se ha contemplado la estatua del amanuense, encontrada en la necrópolis
conservada actualmente en París, no cabe dudar que se está viendo el fiel
de Memphis y
trasunto del hombre que representa. Cierto que la disposición de los numerosos grupos
que cubren las paredes de los sepulcros no es merecedora de elogio tan absoluto; mas
aún así, no puede desconocerse la destreza que tenia la mano que, valiéndose de instru-
mentos muv imperfectos, supo trazar sobre la calcárea contornos tan acabados, y formas
tan características, limitándose para ello á un relieve sumamente reducido.
Y no es el arte simplemente, es toda la civilización egipcia la que encontramos en estas
tumbas, fresca, reciente, cual si ahora mismo se acabara de trazar. Así nos encontramos
en ella con la escritura, ofreciéndonos el mismo sistema que se ha conservado hasta el
tiempo de los romanos, según nos revelan el tintero ^ y el rollo de papiro que
encontramos ya entre los signos jeroglíficos: los trabajos más importantes que en el terreno
religioso nos citan los escritos posteriores como llevados á cabo en esos tiempos
científico y ,
remotísimos, menciónanse ya en las tumbas: el calendario perpétuo basado en los astros
empleábase ya por la mayoría de las gentes: un sacerdocio instruido y perfectamente
organizado enseñaba al pueblo una doctrina religiosa, como pocas perfecta: cada una de
las piedras empleadas en la construcción de las pirámides era debidamente medida, y la
orientación perfecta de cada una de las cavas de tales monumentos en correspondencia
con los puntos cardinales, demuestra que el arquitecto, que no podía disponer del auxilio
de la aguja imantada, se ponía de acuerdo con el astrónomo antes de emprender su obra.
Hav mas aún: el país entero hallábase medido y dividido en distritos administrativos
formando nomos ó provincias que tenían al frente un gobernador, el cual dependía del faraón
que reinaba no sólo como señor absoluto, por la gracia de Dios, sino como sucesor de
los dioses celestes é hijo é imágen humana del dios solar Ra. En torno del monarca giraba
una corte muv numerosa que le honraba bajo el título de Peraá, en hebreo Faraón, que
tanto vale como «Doble puerta,» formando parte de aquella, según se encuentra consignado
en los textos, «consejeros secretos,» «gentiles hombres de cámara,» «tesoreros,» «intendentes
» militares, del harem, de los trabajadores, de los graneros, de los cantores, del guardaropa
» v de los baños del rey.» Los jefes superiores de los nomos, y los altos dignatarios del
Estado, disfrutaban la dignidad hereditaria de Erpa-ha, ó príncipe real, y con tal que
estuviesen enlazados con la casa del soberano, por más que fuera remoto el parentesco,
tenían el título de Suten-rekh, que valia lo mismo que parientes del rey. Las hijas de
éste se enlazaban con magnates de elevada jerarquía, ó altos funcionarios; habiéndolos
habido que gracias á los servicios que prestaron merecieron tan singular distinción, no
obstante lo humilde de su procedencia. Con los hijos del rey educábanse algunos muchachos
de familias de la clase media, á los cuales se concedían pingües pensiones, por maestros
hábiles en toda naturaleza de disciplinas, habiéndolos hasta de natación. Cada egipcio
debía contentarse con una sola mujer: sólo una reina compartía el trono y después de su