Page 213 - Egipto Tomo 1
P. 213
202 MEMPHIS. LAS PIRAMIDES
ménos. Príncipes ha habido qne intentaron aprovechar en nuevas construcciones sus
robustos sillares: no han faltado quienes en su animadversión y fanatismo por cuanto fuera
obra de paganos, imaginaron arrasarlas; y si se desistió del propósito, muchas veces
acariciado, de volarlas por medio de la pólvora, débese únicamente al temor de que
llegaran al Cairo los efectos de la deflagración. La arena, enemiga de las obras levantadas
en estos sitios, ha sido sin embargo su protectora: sólo aquello, sobre lo cual ha tendido su
denso sudario, ha llegado intacto hasta nosotros: sólo esto y la parte de la necrópolis de
Memphis llamada Sakkara.
Y ahora separémonos de Gizeh y dirijámonos hácia el Sud siguiendo por la linde del
terreno cultivado y dejando á la izquierda los cementerios de Zaouiet-el-Arian y los ma-
jestuosos grupos de las pirámides de Abusir, y en cuanto lleguemos al borde de un pequeño
estanque, en torno del cual revolotean numerosas bandadas de chorlitos y reyezuelos que en
sus aguas apagan la sed, nos encontraremos con los desnudos y sinuosos ribazos que marcan
CASA DE MARIETTE BEY EN SAKKARA
el límite del desierto. Hemos llegado. Pocos pasos tenemos andados á lo largo de un sendero
sepulcros á medias
que cubre la arena, el cual se desarrolla entre pequeños montículos, y
enterrados, de blancas osamentas, de lenzuelos de momia que entre la arena se parecen,
cuando nos hallamos de manos á boca con el mirador de una casa de sencilla apariencia
cuya vista regocija la de nuestros ojos. Es la morada de Bet Mariette, como dicen los
árabes: el lugar de descanso, si así podemos expresarnos, del hombre ilustre que á fuerza
de constancia, y con valor jamás desmentido, ha logrado arrancar á la arena de la necio-
polis de Sakkara innumerables monumentos, muchos de los cuales son de importancia
verdaderamente capital. Los guardianes de esta morada, árabes sumamente bondadoso»,
de barba gris, nos ofrecen asientos y agua filtrada, que después de nuestra caminata poi
la orilla del desierto, sábenos á gloria durante el almuerzo que despachamos con verdadero
placer á la sombra del referido mirador.
Uno de los antiguos vigilantes nos acompañó gustoso á los monumentos que tuvimos