Page 249 - Egipto Tomo 1
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236 EL CAIRO
nombres que en su corteza han escrito distintos viajeros. Cerca de él, en el fondo de un
pozo, brota un hilo de agua delgada y trasparente, siendo así que la que se encuentra
en las cercanías es amarga y turbia, y con ella, por medio de una doble noria se riega
el jardín. Hácese mención de ella en época por demás remota, añadiéndose, en virtud
de una falsa tradición, á la cual se ha dado piadoso asentimiento durante dilatados siglos,
que si el sicomoro, cuya hoja compara el italiano Brocardi á la de la mejorana, creció
aquí, y sólo aquí, débese únicamente á la bienhechora influencia de esta agua. Preténdese
también en la leyenda de María, que el niño Jesús fué bañado en dicha fuente, que de
entonces acá ha manado agua bebediza, y que María lavó en ella los pañales de su tierno
hijo, y que doquiera cae una gota de
ella nace un sicomoro. Refiérese ade-
más que cuando los sicarios despacha-
dos en persecución del niño llegaron
cerca de la sagrada familia, la Virgen
y el Niño se ocultaron en un hueco del
sicomoro, delante del cual tegió su
tela una araña, con lo cual no fueron
descubiertos por aquellos que iban en
su busca. ¡Cuántos elementos paganos
en esta leyenda cristiana ! En la mito-
logía egipcia existen también, un dios
que encontró en el tronco de un árbol
refugio contra sus perseguidores, y
sicómoros resultantes del agua con que
refrigeraron la tierra los habitantes del
cielo.
Los árabes dan al jardín y á sus
alrededores, comprendiendo en ellos
las ruinas de Heliópolis situadas esca-
JARDIN EN EL CAMINO DE HELIOPOLIS
samente á un cuarto de legua de dis-
tancia, el nombre de Ain-Shems, que teniendo en cuenta la existencia de la fuente, se
traduce generalmente por «Fuente del Sol;» pero, según parece, lo que realmente significó
fué «Ojo del Sol.» Este mismo nombre llevaba un ídolo que se encontró sepultado
entre las ruinas de Heliópolis, el cual, según se decía, gozaba la facultad de hacer perder
su destino, por más elevado que fuera, al funcionario público que osaba ponerse al alcance de
su vista. Añade también que enterado de esta tradición el sultán Achmed-ibn-Tulun,
sin andarse en repulgos de empanada, ordenó
fuése derecho á la presencia del ídolo, y
á los canteros que lo hicieran pedazos, de cuyas resultas vino á morir al cabo de diez
meses, después de una penosa enfermedad, con lo cual se realizó lo de perder el destino.