Page 247 - Egipto Tomo 1
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                que ama con verdadera pasión sus caballos, no  quiere reconocer en  extranjero alguno
                el derecho de atender á ellos en su suelo natal: de aquí que los jockeys ingleses, llevados
                á Egipto por opulentos propietarios, hayan sido repetidas veces objeto de ataques homicidas,
                de parte de sus despechados competidores. Además de las de caballos hay también carreras
                de dromedarios, constituyendo un espectáculo por demás curioso el que ofrecen las formas,
                casi prehistóricas,  del que se ha llamado «navio del desierto,» estirando sus luengas  y
                rígidas patas, terminadas en piés planos y achatados, y encogiéndose de delante para atrás
                en la rapidez de su carrera. Sus negros jinetes los excitan á fuerza de gritos é interjecciones;
                                               mas á pesar de los esfuerzos de éstos y no
                                               obstante su natural vigor, jamás logran
                                               superar la velocidad del caballo. En cambio
                                               su resistencia es  tal, que continúan cor-
                                              riendo del mismo modo, cuando ha caído
                                              ya reventado el caballo que durante la pri-
                                              mera hora ha resultado vencedor. A los
                                              dromedarios amaestrados en la carrera se
                                              les distingue con el nombre de hegin: más
                                              adelante hablaremos de la estima en que se
                                              les tiene , y de las distancias increíbles que
                                              recorren sin que necesiten descansar.
                                                 Apenas hemos perdido  de  vista  el
                                               Abbasijeh, y acaricia ya nuestro rostro  la-
                                               brisa  del  desierto, cuyo  límite bordea  el
                                               camino que recorremos. Es éste ardiente y
                                               polvoriento; mas al cabo de breves instan-
                                               tes nos cubre  la sombra protectora de los
                                               lebaks que crecen á ambos  lados, y  en
                                               cuanto llegamos á las cercanías del mag-
                                               nífico  palacio, propiedad del  actual  jetife
                                               Tewfik, regocíjanse nuestras miradas ante
                        JOCKEY BLANCO Y JOCKEY NEGRO  el aspecto de campos cuidadosamente culti-
                vados, frondosos jardines llenos de verdor y lozanos viñedos cargados de fruto.
                  Preguntadle al campesino cuándo sembró el trigo, cuyas doradas mieses aguardan sólo
                la hoz del segador; preguntadle al labriego que trabaja junto á la orilla del camino cuando
                fueron plantados los árboles cuyas inmensas copas proyectan su sombra sobi e la pol\ orienta
                calzada, y el elegante eucalipto que se balancea detrás de la elevada cerca, y os responderá
                en términos á los cuales difícilmente daréis asentimiento. Y sin embargo no exagera, no
                miente: árboles que en 1869 acababan de ser plantados, y que para que no se torcieran
                habían menester el auxilio del rodrigón, en 1873, en cuya época volví á verlos, ostentaban
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