Page 247 - Egipto Tomo 1
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234 EL CAIRO
que ama con verdadera pasión sus caballos, no quiere reconocer en extranjero alguno
el derecho de atender á ellos en su suelo natal: de aquí que los jockeys ingleses, llevados
á Egipto por opulentos propietarios, hayan sido repetidas veces objeto de ataques homicidas,
de parte de sus despechados competidores. Además de las de caballos hay también carreras
de dromedarios, constituyendo un espectáculo por demás curioso el que ofrecen las formas,
casi prehistóricas, del que se ha llamado «navio del desierto,» estirando sus luengas y
rígidas patas, terminadas en piés planos y achatados, y encogiéndose de delante para atrás
en la rapidez de su carrera. Sus negros jinetes los excitan á fuerza de gritos é interjecciones;
mas á pesar de los esfuerzos de éstos y no
obstante su natural vigor, jamás logran
superar la velocidad del caballo. En cambio
su resistencia es tal, que continúan cor-
riendo del mismo modo, cuando ha caído
ya reventado el caballo que durante la pri-
mera hora ha resultado vencedor. A los
dromedarios amaestrados en la carrera se
les distingue con el nombre de hegin: más
adelante hablaremos de la estima en que se
les tiene , y de las distancias increíbles que
recorren sin que necesiten descansar.
Apenas hemos perdido de vista el
Abbasijeh, y acaricia ya nuestro rostro la-
brisa del desierto, cuyo límite bordea el
camino que recorremos. Es éste ardiente y
polvoriento; mas al cabo de breves instan-
tes nos cubre la sombra protectora de los
lebaks que crecen á ambos lados, y en
cuanto llegamos á las cercanías del mag-
nífico palacio, propiedad del actual jetife
Tewfik, regocíjanse nuestras miradas ante
JOCKEY BLANCO Y JOCKEY NEGRO el aspecto de campos cuidadosamente culti-
vados, frondosos jardines llenos de verdor y lozanos viñedos cargados de fruto.
Preguntadle al campesino cuándo sembró el trigo, cuyas doradas mieses aguardan sólo
la hoz del segador; preguntadle al labriego que trabaja junto á la orilla del camino cuando
fueron plantados los árboles cuyas inmensas copas proyectan su sombra sobi e la pol\ orienta
calzada, y el elegante eucalipto que se balancea detrás de la elevada cerca, y os responderá
en términos á los cuales difícilmente daréis asentimiento. Y sin embargo no exagera, no
miente: árboles que en 1869 acababan de ser plantados, y que para que no se torcieran
habían menester el auxilio del rodrigón, en 1873, en cuya época volví á verlos, ostentaban