Page 69 - Egipto Tomo 1
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ALEJANDRIA MODERNA              49
            resultaran combates sangrientos, de que fueron teatro las calles, en los cuales los legionarios
            solían  llevar  la mejor  parte, resultando de  ellos diezmada  la  población de Alejandría.
            Encerraba ésta por aquel tiempo un nuevo elemento de discordia, no menos turbulento y
            dispuesto á arriesgar la existencia en defensa de sus creencias: tal era
                                                         el verdadero ejército
            de monjes y anacoretas procedentes de todas las regiones del Egipto, que. desde fines del
            siglo cuarto, era el país más abundante en conventos y monasterios.
              Podría imaginarse en vista de lo expuesto, que en la época que nos ocupa, el principio
            religioso había cedido su puesto, en la comunidad cristiana, á la manía del dogma. Nada
            menos que esto:  lo que hay es, quedos historiadores contemporáneos á quienes tan vasto
            asunto ofrecían para su narración las grandiosas fundaciones y conversiones: los mártires;
            las visiones y las luchas en defensa de la fe, sostenidas con la palabra y con la espada, no
                                                            la casa y de la
            tuvieron en sus libros espacio suficiente para describir la vida interior de
            familia cristiana,  ó para pintarnos la condición del eremita y del penitente que sometían
            su cuerpo á todas las privaciones, se abandonaban á todas las exaltaciones del espíritu,
            buscaban en la calma y en la rectitud de su conciencia la salvación del alma v su redención
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            en la otra vida, y con frecuencia daban al mundo adiós eterno para hundirse en las soledades
            del yermo, abandonando sus riquezas á los indigentes, puesto  el pensamiento en ganar  el
            paraíso celestial á fuerza de plegarias y mortificaciones.
              La ortodoxa Bizancio fué más fatal para Alejandría de lo que lo había sido la pagana
            Roma; pues no sólo exigió de sus ciudadanos que le dieran sus vidas v sus haciendas, sino
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            que procuró  sustituirla como  centro  científico  del mundo,  y despojarla  del esplendor
            literario que constituyera el más preciado de sus títulos de gloria.  Sin hablar de los paganos,
            en Alejandría habían vivido en tiempo de los Césares, las mayores lumbreras del cristia-
            nismo: Clemente, Atanasio, Orígenes; mas la vida del espíritu y la aspiración á las elevadas
            regiones del pensamiento fueron extinguiéndose paulatinamente.
              Todas las calamidades pesaron sobre la ciudad de Alejandro. Las guarniciones bizantinas,
            sobrado escasas para hacer frente á las acometidas de las tribus del desierto, no podían
            impedir las depredaciones provenientes de su ingénita rapacidad, en tanto que los gober-
            nadores, más atentos á su propio interés que al del país que les estaba encomendado, tenian
            abandonados todos los servicios, especialmente el riego, de lo cual resultó notable disminución
            en las cosechas, y como consecuencia precisa, reducción en la vida mercantil y paralización
            completa. en la industrial. Para colmo de males presentóse el hambre en toda su espantosa
            desnudez:  vino  la peste en pos de  ella,  y como resultado  de  la misma  sediciones v
            alzamientos de las clases menesterosas  , exasperadas por las privaciones . contra las familias
            acomodadas. Ni eran muchas en número las que habían logrado conservar el patrimonio
            de sus mayores: entre ellas debe hacerse, sin embargo, especial mención de la del judío
            Urbib, convertido al cristianismo, que con liberalidad de príncipe mitigó con su fortuna los
            padecimientos de sus compatricios.
              Según dejamos expuesto, de Bizancio, es decir, de  los melilotas, tenian recibidos los
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